EL Espanyol va ganando 2-0 en Montjuic al Valencia en el descanso. La apuesta por un técnico joven y con poco éxito hasta ese momento parecía abocada al fracaso. A la directiva che sólo le bastaban esperar los 45 minutos para cortarle la cabeza a Rafa Benítez, un técnico que apuntaba maneras tras el ascenso a Primera con el Tenerife, pero que también contaba en su currículum sonoros fracasos.

Esos 45 minutos cambiaron la vida del técnico madrileño. Como si se tratara de una escena de la película La vida en un instante, donde el haberse podido subir al metro o perderlo en el último segundo cambiaba para siempre el destino de una persona. El Valencia remontó aquel partido, Benítez se salvó y el equipo empezó a ir para arriba, tanto que tras una segunda vuelta formidable acabó con el campeonato liguero en su poder, algo que no se veía en Valencia desde hacía más de 25 años. Después vinieron la UEFA y otra Liga, hasta que llegó el divorcio con la directiva que todavía lamentan en Mestalla.

45 minutos que cambiaron un destino. El de perder no se ha llegado a escribir, pero a lo mejor ahora estaba vagando por equipos de poca enjundia. El de la victoria se escribió con el himno del You'll never walk alone de los reds del Liverpool en el histórico Anfield Road. Lo de Montjuic bien valió una Copa de Europa, otro subcampeonato y la vuelta a la primera plana mundial de un equipo que vivía anclado en la gloria de finales de los 70 y principios de los 80.

Ese medio tiempo permitió que Rafa Benítez sea hoy en día uno de los técnicos más cotizados del fútbol mundial, pese a la legión de detractores que tiene por su fútbol poco vistoso. Pero que le digan a los valencianistas si no disfrutaron esos dos años con las Ligas o a los reds con la Champions. Ahora se ha coronado en el Bernabéu donde dio de nuevo una lección a la hora de cómo se debe entrenar y trabajar un equipo. Y todo gracias a 45 minutos.