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de todo un poco

enrique / garcía-máiquez

Sois judíos

NO me siento satisfecho de muchas fotos mías, lógicamente; pero de una sí. Aparezco con mi hermano Jaime, cogidos del hombro, bajo una pintada inmensa que reza: "¡Sois judíos!". Con nuestras masas corporales, jamás mejor empleadas, tapamos del todo una estúpida esvástica. Fue ver ese insulto y saltar a por la instantánea que lo transfigurase en una gozosa proclamación. Siempre vi en aquel gesto instintivo el rebullir de una sangre secreta. Claro que también de forma más consciente he admirado y amado al pueblo de Israel en general, y en concreto en muchísimos de sus hijos. No es de extrañar: en el extraordinario libro Diálogo sobre los judíos de André Chouraqui y Jean Daniélou, publicado por Eunsa, produce vértigo atisbar tanta hondura y trascendencia.

Eso permitirá entender la alegría personal y, a la vez, patriótica y cósmica que me da la iniciativa de Ruiz-Gallardón y del Gobierno. Se ofrecerá a todos los descendientes de judíos españoles o sefardíes la posibilidad de adquirir la nacionalidad española, sin necesidad de renunciar a la israelí. La noticia ha levantado una enorme expectación en Israel, donde calculan que medio millón de personas podrían apuntarse. 500 años largos después, estamos cerrando la herida que supuso el decreto de expulsión del 31 de marzo de 1492. El dolor y la nostalgia de aquellos españoles, que atravesó en carne viva los países y los siglos, estremece. No olvidaron su amada Sefarad y guardaron su lengua, su poesía y sus canciones. Llevaban aquí mucho tiempo: nuestra primera huella judía es del siglo VII a. C., en un anillo fenicio con inscripciones paleo-hebraicas hallado, justamente, en Cádiz.

La iniciativa no nace de la nada. En 1924 un decreto de Primo de Rivera les concedía el derecho a la nacionalidad española. Fue esa norma la que permitió a nuestros diplomáticos de entonces, con Sanz Briz a la cabeza, salvar a unos 40.000 judíos del holocausto nazi, en una de las páginas más gloriosas de nuestra historia contemporánea. El Edicto de Granada de 1492, que seguía vigente, fue finalmente derogado el 21 de diciembre de 1969. Desde entonces, no han dejado de intensificarse los gestos de cercanía.

Separados, escribimos juntos una historia de desencuentros y añoranzas, de remordimientos y amores: en su memoria España y en España, oculta, pero latiente, su sangre. Ahora continuaremos nuestra historia más unidos, mucho más conscientes.

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