La corredera

Antonio / Morillo / Crespo

Para el día de mañana

ME lo contaron.... la abuela murió y a los cinco años encontraron en el fondo de un cajón de la cómoda, debajo del papel del fondo, dos billetitos nuevos y dobladitos de cinco mil pesetas y unas cuantas monedas de a quinientas..... La abuela vivió toda su vida pobre, el jornal no daba para mucho, comer todos los días, las ropas de los niños, las ditas, y sólo un poquito para el tabaco del marío ¡qué menos! Decía ella, que sólo hace trabajar y trabajar. Al final una pensión de viuda y migaja a migaja ir reuniendo esos billetitos, que entonces antes del euro, era un dinerito, para el día de mañana ¡con ochenta y pico de años! para el día de mañana.

A sus años, tomaba unas pastillas por la mañana, otras en el almuerzo y más al acostarse ¿hasta cuándo voy a estar tomando pastillas?, replicaba, pues no le cabía en la cabeza estar tomando medicinas siempre. Que alguna vez se pondría buena. No pudo estudiar, sólo las cuatro letras aprendidas en el campo con un idóneo cuando era mocita, ni viajar, ni tan siquiera soñar en una isla solitaria con palmeras, cocoteros y playas infinitas, o ciudades hermosas con muchas luces y bellos edificios. Cuando se casó, los diez días del viaje de bodas los pasó su compañero segando habas y ella en la casa. En el baúl guardaba retales de todo para los remiendos, para lo que hiciera falta, que el que guarda siempre encuentra. En una caja metálica los botones, los ovillos, las tijeras y la aguja de coser. Aún así fueron felices toda la vida, mucho quebranto y mucho trabajo, pero felices con mucha dignidad, que nunca se quejaba y llevaba a sus hijos bien vestíos como los chorros del oro, como el que más. Y tuvo la fortuna de verlos crecer sanos y fuertes y a sus nietos y nietas que eran la alegría de su vejez.

Y un día se sintió mala, llamaron al médico. Y nada, no se pudo hacer nada. A veces abría los ojos y mirando a su hija parecía decir algo, quizás de su tesoro escondido. Y se ahogaba con aquel corazón marchito como una flor apagada entre sus pétalos. Aquella mujer que sólo se permitió, cuando ya era viejecita, reunir con mucho quebranto los dos billetitos de cinco mil y unas monedas... para el día de mañana, día de mañana que nunca llegó.

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