Casi todos los aficionados están de acuerdo en que la salvación del Cádiz, en caso de llegar, será por el camino de la épica. Por la épica y también por el agradecido comportamiento de sus compañeros de desventuras, equipos empeñados en poner emoción a una Liga que podría haber estado decidida al menos en algunos de sus puestos de descenso. Es decir, que el Castellón se puede dar con un canto en los dientes al comprobar que aún puede ser equipo de Segunda A la próxima temporada.

Porque el Cádiz es cada vez que salta al campo una incógnita. El aficionado no sabe si se va a encontrar al equipo que sucumbe como un pardillo contra el Betis, al grupo de jugadores que remonta con fe un 1-3 ante el Albacete, al que no sabe noquear a un Celta herido o al que, con suerte, arranca un punto en Irún pese a jugar uno de los partidos más nefastos de la temporada. El Cádiz tiene más matices que los calcetines de Pérez Peralta.

Así las cosas, y partiendo de que esta plantilla tiene poco que ver, que sepamos, con la banda del anterior descenso -de entonces, la verdad, quedan los más entregados-, la épica es casi la única alternativa que le queda al club. Pero la épica hay que motivarla, y no puede hacerlo solo Raúl López recordando la grandeza de otros tiempos, cuando las remontadas tenían evidente color amarillo.

En la era de internet, cada jugador puede organizarse su propia sesión de videomotivación. Basta con conectarse a Youtube y buscar vídeos del Cádiz: en especial el Cádiz-Zaragoza de la temporada 90-91. Un Carranza lleno, las cámaras de Canal Plus, Valdano de comentarista, Irigoyen abrazándose en el palco, Ramón Blanco en el banquillo atendiendo a los periodistas en mitad del partido y una remontada de antología, épica, en un equipo donde había calidad, cierto, pero también en un equipo donde había fe, mucha fe, y que luchaba los partidos hasta la extenuación, hasta el último minuto. Nos queda la épica. Usémosla desde ya.