AL Real Madrid sólo le importa la crisis deportiva. La otra, la económica, la de Madoff, Wall Street y el sistema financiero mundial, se la trae al pairo. Ramón Calderón, que ya se gastó 30 millones en Pepe, un central tan bueno como frágil, culminó ayer otro dispendio extravagante: 20 millones de euros por Lassana Diarra, un nuevo centrocampista de destrucción, de esos cuya mejor cualidad es el equilibrio y que apretará aún más una medular súper poblada. La cifra es insultante, más aún si la traducimos a pesetas. 3.333 millones de pesetas por un centrocampista que militaba en el Portsmouth y que sólo ha sido internacional 13 veces en una Francia devaluada que no es ni sombra de la que maravilló al mundo. Lo peor es el mensaje que envía a los clubes vendedores. Cada vez que los merengues fijen sus ojos en un futbolista, el que tenga sus derechos federativos comenzará a descorchar botellas de champán como si le hubiera tocado el Gordo. Planteo un problema matemático: si Lassana Diarra vale 20 millones de euros, ¿cuánto le puede pedir el Manchester United por Cristiano Ronaldo?, el Balón de Oro, Bota de Oro europea, campeón continental, de la Premier, del Mundial de clubes.

Desde que en 2003 Florentino Pérez se negara a subir el sueldo a Makelele por no desestabilizar la tabla salarial de aquella plantilla galáctica en la que sólo corría el francés, los blancos han gastado 72 millones de euros en volantes: Gravesen, Pablo García, Emerson, Gago, Diarra, De la Red y ahora Lassana Diarra, al que llaman el hijo de Makelele por su parecido físico. Mucho dinero para cubrir una pequeña parcela de terreno donde otros prefieren poner talento y el Madrid físico.

Resulta terrorífico que no salga nadie en la cantera capaz de correr y cortar, entregar balones a diez metros y guardar la posición. Lo malo de la cantera del Madrid no es que no dé Messis ni Ronaldos, es que no da ni Makeleles.