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Opinión

Jose M. Vilches / Jmvilches@ Diariodecadiz.com

Justicia

SI Gardeazábal Gómez no le hubiera escamoteado al Cádiz tres puntos contra el Sporting de Gijón en el Ramón de Carranza, tres puntos perdidos de forma injusta sobre un terreno de juego, con un penalti clamoroso sobre Enrique y una más que rigurosa expulsión de Miguel García nada más comenzar la segunda parte, nadie estaría hablando de Segunda B a estas pequeñas pero grandes alturas del mes de julio. Ni siquiera lo harían los verdaderos e inolvidables culpables de que se haya llegado a este punto: por dejadez sobre el césped, falta de sangre en sus venas o pasotismo respecto a un escudo centenario y defendido en todos los campos por una afición descatalogada en el mundo de las comparaciones.

Que nadie me hable de justicia. Nadie. No ha caído ninguna piedra en los techos de la sede de la Federación Española de Fútbol... Ganar en los despachos es un tópico en el mundo del balón con forma de euro, donde las corbatas y los maletines van de la mano y nunca se sabe si ha sido justo lo justo. El fútbol es de listos, en las áreas, junto a la cal o en los despachos, pero las leyes están para cumplirlas y hay que ser tonto para quedarse de brazos cruzados.

El Cádiz no es un equipo simpático. Al menos no lo ha sido para mí en esta amarga e interminable temporada. Pero tiene una afición simpática, inmadura pero simpática. ¿Ya han borrado el recuerdo del Santiago Bernabéu de hace menos tiempo del que llevamos sufriendo este año? ¿Ya han olvidado los dos ascensos en un abrir y cerrar de ojos? ¿Ya han olvidado, quien lo recuerde, lo que es la Segunda División B? Allá cada conciencia, pero ¿qué menos que dejarse la vida en algo justo?

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