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Un familiar, experto en misiles, me explicó en los años 80 del siglo pasado el concepto de guerra electrónica, los sistemas de contramedidas. El marco era la guerra de Las Malvinas, creo recordar. En la que un misil argentino hundió a un moderno barco de guerra inglés, el HMS Sheffield, con dos misiles Exocet. Fue la línea roja que traspasó la Junta Militar del golpe militar argentina. Los EEUU, que habían vendido al Ejército argentino el misil, proporcionaron las contramedidas a los ingleses. Fue el principio del fin de aquella guerra, que perdieron los militares alzados.

Las contramedidas eran, en esencia, el impulso electrónico que descolocaba al misil de su objetivo, haciéndolo inútil. Otro familiar, marino también, experto en Comunicaciones y Guerra Electrónica, me contó, en la medida que podía, algunos supuestos de guerra electrónica. Por ejemplo cómo podía colapsarse el sistema de telefonía de una gran capital. Los supuestos eran saturar un canal porque la programación del sistema era saltar automáticamente a otro, y así sucesivamente, provocando el colapso total del sistema. Historias para no dormir, sin duda.

Pues bien, todo aquello se parece bastante -conceptualmente- a lo que vienen practicado Pedro Sánchez y los socialistas y comunistas, con la ayuda inestimable de nacionalistas e independentistas, a la contienda política. El situar a Abascal en el escenario de un gobierno hizo posible la retracción del voto conservador, por miedo a la ultraderecha. Fue la contramedida perfecta. Del mismo modo que, en estos días, señalar a Feijóo como un favorecedor del transfuguismo atornilla en sus asientos a muchos socialistas que estarían dispuestos a impedir la indignidad de eludir la justicia para unos golpistas y malversadores, como Puigdemont y los suyos, así como pactar condiciones económicas injustas para una autonomía o dos, con relación a la igualdad de los españoles. El “tamallazo” los inactiva, el nombramiento los encadena.

La libertad del diputado, que ha recibido un mandato personal de los ciudadanos, está constreñida a una acción política repugnante. Por el fin que se persigue y lo que se ve obligado a pagar por ello. Contramedidas puras y duras.

Sánchez y su entorno político inmediato son expertos en estas prácticas inspiradas de la guerra caliente. El éxito ya lo han obtenido. El partido perdedor de las elecciones -los socialistas- es el partido que puede lograr más apoyos para la investidura. Por supuesto pagando la factura con indignidad y mucho dinero. Y la igualdad de todos los españoles. Que no seremos iguales, no recibiremos los que van a recibir más porque tienen los votos con los que armar una votación que encumbre a Pedro Sánchez al dominio de La Moncloa. Puras contramedidas, pura táctica. Éxito asegurado, ¿recuerdan?

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