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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Aniversarios de felicidad y belleza

En 2024 se celebrarán los aniversarios de obras y compositores que tanta felicidad y belleza han aportado

Aniversarios de Bruckner, Puccini, Schönberg… Vale. Pero en 2024 también se cumplirán 90 años del estreno de La alegre divorciada, la comedia musical de Ginger y Fred basada en The Gay Divorce de Cole Porter, estrenada dos años antes en Broadway también con Astaire como intérprete. Lo que quiere decir que los cumple Night and Day, uno de los monumentos musicales del siglo XX cuyo legado no único, pero sí más representativo, original y rico, ha sido la en principio despreciada música popular que en todos los casos, del jazz a la chanson, la copla, la música de cine, el musical, el blues, el rock o la música pop y todas sus derivaciones, ha tenido modestos –si no innobles– inicios. En el prólogo de su extraordinario Los comienzos de jazz (Acantilado), Gunther Schuller atribuye a “los orígenes humildes y socialmente ‘inaceptables’ (…) de una música improvisada por intérpretes autodidactas y a menudo sin formación musical alguna” que no se le creyera digno de “una investigación musicológica genuina”.

Es cierto: el jazz nació en garitos donde se reunía lo peorcito y/o más marginado al igual que Edith Piaf empezó cantando en las calles, Weill, Waxman, Spoliansky o Höllander compusieron para el cabaret berlinés y la copla nació en cafés como el madrileño de Levante, del que Valle Inclán dijo que “ha ejercido más influencia en la literatura y en el arte contemporáneo que dos o tres universidades y muchas consagradas academias”.

Se cumplirá también en 2024 el centenario del estreno del musical de Gershwin Lady, Be Good, interpretado por Fred y Adele Astaire, que incluía las canciones Oh, Lady Be Good y Fascinating Rhytm, y de la Rhapsody in Blue que interpretó Paul Whiteman. Y el del nacimiento de Henry Mancini, a quien tanto debemos desde sus primeras bandas sonoras importantes en los años 50 –Música y lágrimas, Peter Gunn, Sed de Mal– hasta su tres décadas triunfales componiendo para Blake Edwards las músicas de Desayuno con diamantes, Días de vino y rosas o La pantera rosa y para Stanley Donen –nacido tres días antes que Mancini: otro centenario que no se puede olvidar– las de Charada, Arabesco o Dos en la carretera. Hágase extensivo a Porter, Gershwin y Mancini lo que Schuller escribe en la dedicatoria de su historia del jazz: “A Duke Ellington, cuya música ha aportado tanta felicidad y belleza a la vida de todos nosotros”.

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