Tribuna Libre

Francisco Aurelio Dávila Rosso

Adiós, agosto, adiós

DE nuevo nos vemos al final de la recta del mes vacacional por excelencia. Agosto dará a su fin en unos días y dando paso a un septiembre que a muchos les suena a tortura. El Puerto comienza gradualmente a parecerse a aquello a lo que los portuenses estamos acostumbrados de un tiempo a esta parte; a aquel solar desierto de las desilusiones y el anclaje.

Es cierto que este ha sido un verano distinto al resto ya que hemos podido notar un incremento en el turismo, una gran oleada de visitantes que dejan su huella en nuestra ciudad y otros muchos que realmente la viven con pasión e incluso sienten cariño por ella.

"La ciudad de los cien palacios" despide a esos últimos veraneantes que nos dejan con pena pero con el debido descanso y disfrute que propicia la calor.

Se nos avecina el mes de las recuperaciones en los colegios y las universidades; el mes de la vuelta al cole, del síndrome postvacacional y necesario viaje de la flama.

Pese a todo ello, llega también la época del año en la que la escritura e inspiración renace con energías renovadas y en la que podemos disfrutar de una buena representación de teatro, sesión de cine o cena en el recogimiento que da el interior de muchos negocios portuenses.

Los visitantes se van pero el vino se queda; la calor irá menguando pero las playas lucirán puras y solitarias ; las cosas volverán a la normalidad pero este amor de verano no se irá de nuestros recuerdos.

Muchos son los que se han quedado por el camino y que ya no volverán a la rutina como el apreciado por todos autor de Carnaval José Luis Arniz, para el que septiembre, a buen seguro, sería el comienzo de la recta que nos conduce a febrero.

Para los carnavaleros llegan los nuevos repertorios y las nuevas ilusiones cargadas de la sal que durante estos meses se ha ido quedando en los cuerpos de aquellos que dan vida a las agrupaciones a través de la autoría de letra o la composición musical.

Para los más pequeños el olor a nuevo de los libros los trasportará a un mundo en el que reina la curiosidad y gobiernan los nervios; un mundo en el que lo más importante no es si habrá o no nuevo presidente sino el saber a quiénes sentarán a sus lados durante los nueve meses lectivos.

Nos topamos de frente con la posibilidad de mejorar en lo que pudimos haber destacado y corregir en lo que pudimos errar. Nos vemos ante un nuevo ciclo , una nueva meta, unas nuevas inquietudes y por supuesto, unas nuevas musas.

El Puerto de Santa María dice adiós a agosto con la esperanza de volver a encontrarse con él el año que viene, de la misma forma, y, con suerte, con el mismo o mayor número de visitantes.

Por mi parte, solo puedo decir que me siento profundamente orgulloso de que este año el turismo haya dicho sí de nuevo a nuestra ciudad, y de que ésta haya sabido corresponder con todas sus ganas y su cara más humilde, cercana y simpática a todos aquellos que la han elegido.

En pocos días podremos observar como nuestros propios paisanos deben volver a irse de sus casas para trabajar fuera y como el Puerto sigue dejando escapar a grandes mentes por tanto, no quiere decir esto que las cosas marchen mejor o que las gestiones sean más eficientes que antes; aún nos queda otoño y un largo invierno para valorar la estela que nos ha dejado esta estrella fugaz llamada verano, y me da la triste impresión, de que, lamentablemente, todo quedará en eso; en solo un amor de verano llamado agosto.

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