Fútbol El Cádiz CF, muy atento a una posible permanencia administrativa

Para la maya, para la maya, para la maya, que es linda y galana". El mes de mayo comienza con el primero de mayo, lo que no constituye nada especialmente original, ya que todos los meses del año comparten ese común hábito. Sin embargo el primero de mayo tiene evocaciones muy especiales para muchos de nosotros, no todas relacionadas con la reivindicación histórica de los trabajadores.

Por ejemplo, uno recuerda la perversión de la fecha que realizó la dictadura franquista, especialista en todo género de malévolas distorsiones. En aquel tiempo no había "trabajadores", sino "productores". Tampoco había manifestaciones, sino "demostración sindical", grotesco espectáculo en el que forzados miembros del sindicalismo vertical ejecutaban tablas de gimnasia en calzonas, bajo la mirada complaciente del dictador y de Pepe Solís, la sonrisa del régimen. Con un poco de suerte también salían chicas en púdicas falditas, incluso en puchos, realizando sorprendentes maniobras gimnásticas no especialmente dificultosas.

Luego las cosas cambiaron, no sin complicaciones, y vivimos unos primeros de mayo reivindicativos y normalmente gozosos. En esa fecha solía encontrarme yo con Luis Gómez Llorente en las filas ugetistas, llevando al hombro su bandera roja. Se trataba de la sólida UGT de Nicolás Redondo, en mi opinión el último gran sindicalista. La figura de Nicolás me pone algo nostálgico y me preocupa. El deterioro del sindicalismo de clase en lo que va de siglo es una evidencia, y eso me parece bastante grave, porque creo que los sindicatos son una pieza indispensable en una verdadera democracia. El tan cacareado "estado de bienestar", que no se le cae de la boca a ninguno de nuestros políticos, incluso a la casposa derecha española de Rajoy, es inconcebible sin unos equilibrios sociales y económicos logrados mediante una fuerza obrera potente y organizada. Gratis no se consigue.

El caso es que el mundo del trabajo (me niego a utilizar el término "mercado laboral") se ha modificado mucho, porque se ha ido atomizando en la medida en que la economía también cambiaba de estructuras, lo que el sindicalismo tradicional no ha sido capaz de asimilar. La globalización, léase triunfo del capitalismo internacional, no ha ido pareja con una organización sindical internacional flexible y sólida. Para muestra un botón: la Confederación Europea de Sindicatos es hoy un ente burocratizado y casi inerte. A ello se puede sumar el desclasamiento cultural en el que casi nadie se considera un "obrero", sobre todo porque no lo es el empleado inestable y mal retribuido, y menos el parado de cualquier especie.

Por suerte, el mes de mayo tiene muchas más fechas y en ellas pueden suceder cosas interesantes. Las tradiciones, como las cruces de mayo y las mayas representan el júbilo por la eclosión de la primavera, que venimos celebrando desde los tiempos más remotos. Adornar y festejar árboles y postes de innegables connotaciones fálicas viene de muy antiguo y el cristianismo, que siempre ha sabido cómo se aprovechan las fiestas paganas, lejos de oponerse, ha adaptado las viejas tradiciones, sustituyendo a veces el árbol por la cruz, pero sin renunciar a las flores. Esto ha sucedido especialmente en países católicos, mucho más barrocos y pintorescos, que los sombríos iconoclastas del calvinismo. Lamentablemente en muchos lugares las cruces de mayo han decaído bastante.

También las mayas, que aún siguen presentes en lugares como en mi viejo y querido Lavapiés, aunque no tan vivaces como lo fueron, cuando en cada calle se exhibía a una guapa maya, bien alhajada y dispuesta a recibir presentes y requiebros sentada en su portal. Aquí la tradición pagana subsistía en su integridad. En algunos pueblos de Madrid me dicen que esos homenajes a la primavera siguen para adelante. Pues que sea por muchos años. En este mes también hay bodas y primeras comuniones, sobre todo, primeras comuniones. Eso se nota en Chiclana y en casi toda España. Lo que sucede es que algunas de estas ceremonias han cobrado un aspecto que a mi me parece un poco chocante, tanto desde una perspectiva laica, como desde su original significado religioso.

Se acabaron las comuniones celebradas con familiar desayuno de chocolate con churros o bollería fina. Por lo que veo y me cuentan, ahora se montan descomunales festejos, con muchísimos invitados, hasta con fotógrafos profesionales para inmortalizar el evento. Y eso no sucede sólo en familias "de posibles", sino entre personas de muy limitada capacidad económica, que echan la casa por la ventana en honor del catecúmeno, que debe de quedar bastante subsumido bajo semejantes fastos, prácticamente con el protagonismo perdido. A mi me parece que esta crisis es la crisis más rara de la historia, porque algo contradictorio sí que parece este género de despliegues con la situación económica real. Paradoja tras paradoja.

Personalmente celebro el mes de mayo contemplando el patio de casa, en el que las flores cultivadas por mi mujer se ponen preciosas. Que conste que yo ahí no tengo arte ni parte, pero lo disfruto mucho.

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