patrimonio documental

La lucha obrera de las cigarreras gaditanas del XIX al XX

  • El documento destacado del Archivo Provincial relata la evolución del movimiento obrero entre las trabajadoras de las fábricas de tabaco de España y Cádiz

En una semana en la que la lucha por los derechos de la mujer está todavía en el centro del debate, el Archivo Histórico Provincial saca a relucir con motivo del Día Internacional de la Mujer la lucha que emprendieron las miles y miles de mujeres que con el oficio de cigarreras trabajaron desde el siglo XVIII en la Fábrica de Tabaco de Cádiz.

Las infinitas jornadas laborales a las que eran sometidas, así como los sueldos siempre inferiores al de los hombres que trabajaban con ellas llevó a la creación de un movimiento revolucionario que evolucionó hasta el siglo XX, pero que siempre fue un sello de las trabajadoras de la fábrica gaditana, auténticas pioneras en la lucha obrera.

Emprendieron muchas huelgas y motines que tenían gran impacto social y político

El documento que han seleccionado oportunamente desde el archivo, titulado La fábrica de Tabacos de Cádiz. La lucha de las cigarreras en el tránsito del siglo XIX al XX, contextualiza la evolución del movimiento obrero entre las trabajadoras de las fábricas de tabacos en España durante este tiempo. Así se pueden distinguir tres etapas, la primera que alcanza hasta la Primera Guerra Mundial, que es la época de protesta tradicional en forma de motines, la del desarrollo del sindicalismo en masas (1914-1936) y, por último, el periodo revolucionario y contrarrevolucionario (1936-1939).

Y es que el mundo sindical en España estuvo muy condicionado por culturas de oficio, supervivientes tardías de sistemas gremiales, y en las fábricas de tabacos se vivía de forma muy particular, pues convivían hasta tres generaciones de cigarreras de la misma familia.

La constitución en 1887 de la Compañía Arrendataria de Tabacos, empresa privada gestora de un monopolio controlado directamente por el Estado, trajo consigo importantes cambios en el régimen de trabajo. Se introdujo el maquinismo y la amortización del personal y con ellos tensiones que llevaron a la contestación obrera. Un movimiento donde el protagonismo de las mujeres era abrumador, por lo que pronto se organizarían sindicalmente y comenzaron a organizar huelgas que pusieron en aprietos a la empresa. Sabían que eran trabajadoras del Estado, de un monopolio público que generaba muchos beneficios, lo que les inyectaba mucho potencial. Esto se recoge, por ejemplo en un escrito del director de la fábrica de Madrid que relata los motines contra la reestructuración de la fábrica y los intentos del gobernador civil para evitar el cierre.

Pero la eclosión llega tras la primera guerra mundial, en la que España no participa y crecen las organizaciones obreras y las organizaciones sindicales.

No se conocen los primeros pasos, pero sí que en 1918 se constituyó en Madrid la Federación Tabaquera Española con representación de las distintas fábricas. Pero este movimiento también tuvo reticencias entre las propias trabajadoras, pues no acostumbraban a la práctica asociativa y eran apoyadas por la empresa si no se sindicaban, de modo que hubo enfrentamientos internos.

En 1921, en el segundo congreso de Federación, asisten cuarenta delegados, entre ellos 25 mujeres, y la mesa estuvo constituida por cuatro personas, entre ellas la gaditana Ángela Castro. Una organización femenina en la que la mayoría de los cargos los ocuparon los hombres.

La fábrica de Cádiz

La fábrica gaditana es de las más antiguas de España -nació en 1741- junto a la de Sevilla, ya que el tabaco era un producto que llegaba desde América por Sevilla y luego Cádiz. Así, durante muchos años, la empresa con un mayor de numero de trabajadores, en un alto número de porcentaje de mujeres, fue la de Cádiz. Un centro que tuvo una gran incidencia en la vida social y política de Cádiz, donde nació un grupo de trabajadoras con unas características muy especiales.

De hecho, cualquier conflicto surgido entre sus muros tenía mucha incidencia, por lo "que la intervención del gobernador civil, el ayuntamiento y la diputación era frecuente", dice el documento.

La fábrica estuvo situada en distintos lugares hasta instalarse en 1829 en los locales de la antigua Alhóndiga, que era municipal. Ya entonces el Ayuntamiento favorecía el centro por generar un número importante de trabajadores, hasta el punto de que construye en 1988 en el mismo lugar el edificio que hoy ocupa el Palacio de Congresos.

De todo aquello quedó constancia en los documentos -un total de 75 legajos y 170 libros-que primero se guardaron en Sevilla y luego pasaron al Archivo Histórico Provincial, garcias a un contrato entre la Junta y la Fundación Altadis.

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