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Crónica Personal

Los días más negros de Pedro Sánchez

El resultado en Galicia y la trama corrupta del ex asesor de Ábalos hunden al presidente

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / Daniel González (Efe)

PUNTOS negros con los que hoy lidia Pedro Sánchez. Uno, un catastrófico resultado en las elecciones de Galicia que han convertido al PSdeG en un partido irrelevante. Dos, una trama corrupta centrada en el hombre de confianza del ex ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE al que Sánchez había fulminado de los dos cargos y, como se sospechaba, parece que lo hizo porque le llegó información sobre actividades poco claras de José Luis Ábalos. Tres, una cita con el rey de Marruecos de la que esperaba el presidente del Gobierno regresar con algún triunfo en la mano, por ejemplo la reapertura de la aduana de Melilla y la apertura de una aduana en Ceuta: pero Mohamed VI no dio fecha y todo lo que pudo trasladar Sánchez a los periodistas que le acompañaron a Rabat sobre ese asunto, importante para España, fue que la apertura de aduanas será "pronto". Eso sí, le trasladó a Mohamed VI que no había variación sobe la postura del Gobierno español respecto a Sahara, que es lo que más interesaba, y satisfacía al rey marroquí.

Aún quedan dos noticias más se han producido estos últimos día. La primera, el anuncio –esperado– de que Urkullu disolvía el Parlamento vasco y convocaba elecciones el día 21 de abril, que van a ser una vez más el espejo que reflejará la fuerza del partido socialista. Y una segunda noticia terrible, demoledora, devastadora, no sólo para el presidente del Gobierno sino para toda España: el incendio más grave que ha sufrido Valencia, que ha sobrecogido a todo el país. Una tragedia de consecuencias humanas inimaginables.

Pedro Sánchez no suele preocuparse excesivamente ante los problemas políticos que se le plantean. Mientras se mantenga en la presidencia del Gobierno no se inmuta cuando el partido socialista se desmorona ante sus ojos. Porque se desmorona, no ha ganado una sola elección desde que es presidente del Gobierno, y cada cita autonómica suma un nuevo desastre.

Tiene esperanzas en ser socio del Gobierno que surja tras las elecciones vascas, donde no hace distintos entre PNV y Bildu. Sí lo hacen en cambio la mayoría de sus militantes y votantes que, excepto en el País Vasco, gran parte de ellos siguen viendo a Bildu como un grupo surgido de una banda terrorista y, aunque dejó atrás el terrorismo activo, cuenta en sus filas y entre sus candidatos con personajes de historial que resulta difícil aceptar, porque en varios casos incluye asesinato o inducción al asesinato.

Sorpresa en el escenario vasco

En el País Vasco, donde las nuevas generaciones no han conocido la lacra del terrorismo, "compran" que Bildu es un partido nacionalista más radical que el PNV, pero un partido democrático. Sánchez además lo ha "blanqueado" a través de sus pactos, lo que facilita que se le vea como un partido convencional. Cuenta con un importante número de seguidores, sobre todo jóvenes, mientras que decrece la imagen del PNV como partido sólido y buen gestor.

La idea generalizada es que Sánchez formaría coalición con el que ganara las elecciones, PNV y Bildu están muy empatados en la estimación de voto, con Bildu por encima, Pero… empieza a barajarse la idea de que podría darse un Gobierno de PNV y Bildu, presidido por el que lograra mayor número de escaños. Una posibilidad ahora mismo que no se puede descartar tal como se está moviendo la sociedad vasca.

Ese posibilidad, que se comenta en el País Vasco con naturalidad, es una pésima noticia para Pedro Sánchez, que necesita desesperadamente un triunfo en las elecciones próximas. Sólo si consigue gobernar en el País Vasco podría mirar con cierto optimismo las elecciones europeas de junio, que son las que verdaderamente le importan, porque al ser circunscripción única serían la prueba más correcta de cómo respira España ante el PSOE de Pedro Sánchez.

El debate sobre la ley de amnistía no es prometedor. Nadie duda que la ley saldrá adelante, solo Puigdemont podría tumbarla si cambia el texto pactado con el Gobierno o si llega a la conclusión de que la ley puede ser rechazada por el Tribunal Constitucional o, sobre todo, por el Tribunal Europeo de Justicia, ante el que el Tribunal Supremo va a presentar un recurso previo. Expertos constitucionalistas no contaminados por la política coinciden en que la amnistía no es constitucional, y el propio Gobierno debe tener dudas, porque el ministro Bolaños, negociador para todo, ha intentado tranquilizar a Puigdemont diciendo que si no hay amnistía habrá indulto para todos los encausados por los hechos del 1-O que desencadenaron la aplicación del artículo 155. Con el apoyo de Sánchez, por cierto.

Puigdemont no se conforma con el indulto. En primer lugar, porque para que haya indulto del Gobierno debe haber previamente una condena, y Puigdemont, al huir, no ha sido juzgado. Tendría que serlo, lo que lleva un tiempo, antes de ser indultado en el caso de ser condenado. Segundo, un indulto no borra su curriculum judicial. Perdona, pero no borra el delito. Es decir, por mucho que se negocie en Bruselas y en Ginebra, quedan frentes abiertos para los que sueñan con la amnistía. Por una parte, los que se beneficiarían de ella y, por otra, el Gobierno. Sin el apoyo de Junts y de ERC, Pedro Sánchez no tendría la mayoría necesaria para mantenerse en Moncloa.

Ábalos irrumpe en escena

A todos esos problemas se suma el último, el llamado caso Koldo. En solo tres días, la imagen de Gobierno limpio de polvo y paja se ha venido abajo.

José Luis Ábalos no es un socialista más. Ha sido brazo derecha de Pedro Sánchez desde que recuperó la secretaría general después de ser desalojado de Ferraz. Dentro del pequeño grupo que lo apoyó de forma incondicional en lo personal y lo político, Ábalos fue fundamental para lograr su regreso al liderazgo del PSOE.

La relación de Ábalos con su asesor, escolta y hombre para todo, Koldo García Izaguirre, no se circunscribía a su círculo más próximo, sino que alcanzaba a otros destacados miembros del Gobierno y de la ejecutiva socialista, Pedro Sánchez incluido. ¿Tiene Sánchez algún tipo de vinculación con las comisiones cobradas por el grupo al que pertenecía Koldo? No lo parece. En las conversaciones con sus socios, grabadas por la UCE, Koldo daba a entender que los apoyos a la operación de compra de mascarillas estaban respaldada por personas de "arriba", pero eso no significa nada, ni siquiera que fuera cierto que tenía apoyos muy por encima de su persona. Sin embargo, el escándalo salpica al presidente del Gobierno por la estrecha relación que mantenía con Ábalos, número dos del partido además de ministro de Transportes. El cese fulminante en los dos cargos puede indicar que Sánchez tenía noticias de comportamientos presuntamente delictivos, y sin embargo nunca dio explicaciones y además lo mantuvo como diputado.

Sánchez no tiene motivos para temer que le falte el apoyo de su partido en tiempos difíciles, escabrosos. Se ha deshecho de quienes no le querían bien, ha cambiado los estatutos, no da cabida a los críticos –se echa de menos los tiempos de Felipe González cuando advirtió que en el federal solo podían intervenir quienes querían criticar decisiones de la ejecutiva, no los que presumían de apoyo incondicional–, y ha encontrado en Zapatero al socio que le convenía para algunas negociaciones que, quizá, no gustan excesivamente a sus votantes.

Solo Puigdemont le puede dar un disgusto y mientras lo tenga a su lado, el presidente y sus adláteres defienden con uñas y dientes la constitucionalidad de la amnistía, cuando antes de julio la consideraban inconstitucional.

Cabría hacerse una pregunta ¿Defenderían la amnistía con tanto empecinamiento si el 23-J el PSOE hubiera tenido siete escaños más, o el PP siete escaños menos?

Las convicciones del sanchismo son de corto recorrido. Y su futuro… Hoy parece más inquietante que a principios de año, a pesar de que Sánchez sale indemne de todas las circunstancias adversas porque no le importa cambiar de principios y convicciones.

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