Historias de Cádiz

Los fantasmas de Cádiz

  • Sujetos con una sábana blanca por la cabeza han asustado en varias ocasiones al vecindario gaditano  l ‘El fantasma de la Viña’ y ‘El fantasma satirón’, casos muy populares

Imagen de un fantasma realizada por Málaga Hoy

Imagen de un fantasma realizada por Málaga Hoy / Archivo

Cuando hablamos de fantasmas no nos referimos a esas personas envanecidas, que todos conocemos, y que pretenden pasar  por lo que no son. Tampoco hablamos del nombre de una comparsa o  chirigota, ni de esos ruidos misteriosos que algunos dicen oír en  casas antiguas de nuestra ciudad. En esta ocasión nos referimos a los fantasmas de verdad, a los que van  con una sábana blanca por encima y con la intención de asustar a los vecinos.

Estos fantasmas, con sábana incluida, han aparecido en nuestra ciudad en numerosas ocasiones, causando la lógica alarma del vecindario y la preocupación de las autoridades.  Hoy en día resultaría difícil asustar a los vecinos haciéndose pasar por un fantasma, pero a comienzos del siglo XX, con una sociedad todavía inculta y con numerosas supersticiones, era algo relativamente sencillo y al alcance de cualquier  guasón o de alguien con malas intenciones

 Los motivos que tenían estos personajes para cubrirse con una sábana eran muy variados. Los había simplemente bromistas, pero también existían los que pretendían cometer algún hurto valiéndose del disfraz. Y por supuesto hubo  los que se disfrazaban de fantasma con el ánimo  de observar a alguna mujer desnuda o en paños menores.

Un caso singular ocurrió en nuestra ciudad cuando el siglo XX estaba a punto de comenzar. Durante algún tiempo un sujeto cubierto con una sábana blanca  apareció corriendo por las azoteas del barrio de la Viña, asustando a los moradores de las casas. Más tarde le dio por asustar a los pacíficos vecinos en alguna que otra casapuerta  o en calles oscuras. La prensa se ocupó ampliamente de este sujeto al que apodó ‘el fantasma de la Viña’.

Las autoridades, cansados de tantas quejas, decidieron tomar cartas en el asunto y enviar municipales a la busca del fantasma, pero todo resultaba inútil. Por el vecindario corrió la voz de que el fantasma, además, era amigo de los ajeno y la preocupación subió de tono. Finalmente ocurrió lo menos pensado. Un almacenero de la calle San Félix vio la sombra del fantasma y, lejos de asustarse, cogió una chivata y la ocultó detrás de su espalda. Cuando el de la sábana blanca quiso asustar al montañés, éste le descargó un monumental garrotazo en la espalda que lo puso en fuga doblado del dolor.  No volvió a aparecer este sujeto por las azoteas del barrio gaditano y nunca se supo su identidad.

En 1904 apareció otro fantasma en las inmediaciones del Horno de Merello, situado en la calle Lubet número 7. Este establecimiento tenía un patio interior cubierto por una parra y que servía de paso entre las distintas dependencias de la fábrica. Cada vez que un trabajador pasaba por el citado patio era recibido por una lluvia de ladrillazos que partían de las azoteas próximas. 

La fantasía popular aseguraba haber visto fantasmas con sábanas blancas en la zona de Lubet y la autoridad envió agentes en su busca. A pesar de la vigilancia, los  cantazos siguieron una buena temporada. Nada se supo del autor, si bien algunos acusaron a un trabajador del Horno que había sido despedido de su trabajo.

Tampoco faltaron en esta galería de fantasmas y fantoches los que se movían por su apetito libidinoso. En esta categoría se encuentra el fantasma  que ‘trabajó’ en varios barrios de la ciudad en el verano de 1928 y al que la prensa de la época denominó ‘el fantasma satirón’.

Según las crónicas era un individuo de estatura alta, cubierta la cabeza con una sábana blanca y vestido con ropa azul mahón. El individuo  corría por las azoteas y penetraba en algunas casas. Concretamente había sido visto en cuartos donde dormían agraciadas jóvenes. 

Este desaprensivo sujeto aprovechaba que la mayor parte de los vecinos dormían con las ventanas abiertas debido al fuerte calor. Una muchacha de 13 años aseguraba haber visto en su cuarto al fantasma, que huyó rápidamente cuando la niña comenzó a dar gritos.  Una de las casas visitadas  por el fantasma estaba situada en la calle San Bernardo y también fue visto por las azoteas  próximas  a la Cruz Verde.

Entre bromas y  exageraciones, lo cierto es que el barrio de la Viña y toda la zona próxima al Mercado de Abastos quedó francamente preocupada y todos comprobaban que puertas y ventanas quedaban cerradas completamente.

Unas semanas más tarde, este fantasma apareció de nuevo. En esta ocasión fue el barrio del Mentidero el escenario de sus actuaciones. Los vecinos aseguraban que oían ruidos de puertas que se abrían y cerraban y que el fantasma había sido visto mirando por la ventana de unas agraciadas muchachas.  Como en casos anteriores la policía fue enviada a la zona pero nada fue descubierto. En pocos días nadie se acordó del fantasma.

El último fantasma ‘legítimo’, cubierto por una sábana blanca, del que tenemos noticia apareció en nuestra ciudad en 1935 y concretamente en el barrio de la Viña. Al principio resultó simpático y gracioso ya que se limitaba a dar saltos y gritos entre las risas del vecindario. Pero, poco después, el fantasma comenzó a lanzar piedras y a mirar por las ventanas. Los vecinos  llegaron a estar lógicamente asustados y las autoridades tomaron carta en el asunto enviando a los guardias.

Pero este fantasma conocía perfectamente las azoteas del barrio y huía sin dejar rastro. En una ocasión lanzó varias piedras al cabo de la Guardia Municipal que se vio obligado a disparar al aire. El fantasma, al oir el disparo,  desapareció para siempre.

Desde entonces los fantasmas de sábana blanca dejaron su sitio a los fantasiosos y envanecidos, que, por cierto, cada día abundan más en nuestra ciudad.

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