Educación

Cuando el maestro no manda nada

  • Un análisis a la pérdida de autoridad del profesor comparando situaciones de ayer y hoy y escuchando la opinión sobre el asunto de un inspector de Educación que recorre a diario numerosos centros

Caso 1 (Años sesenta): F.A. es un niño bastante formal que se sienta junto a otro pequeño bastante revoltoso que es hijo de un amigo del profesor. Este, por no darle 'caña' al hijo de su amigo, para que este tomara nota cuando formaba jaleo, le daba dos bofetadas al compañero que estaba callado, y callado siguió cuando llegó a casa "porque como le dijera a mi padre que el profesor me había dado dos bofetadas, encima él me daba otras dos".

Pasamos a la época actual:

Caso 2: E.M.A. es un profesor del colegio Andrés de Ribera de Jerez que agarra a una niña para retirarla de una zona del patio en obras porque la niña no le hacía caso. El padre de la niña se presentó posteriormente en el centro y le propinó al profesor una paliza que lo dejó con la nariz rota.

Caso 3: Un grupo de alumnos de un programa de garantía social le ponen al profesor, que es cojo, pegamento en el asiento y el respaldo de la silla. Tuvieron que venir sus compañeros y sacar a los alumnos de clase para poder cortar el pantalón.

Otros casos: Un padre al que llama el profesor porque su hijo había provocado un conflicto grave. Lo primero que hace el padre es darle un puñetazo al docente. Otro padre corretea con una navaja a un profesor, un maestro al que le tiran bolas de papel a la cara se encierra a llorar cuando llega a casa. Un profesor que le retira a una alumna el teléfono móvil por estar hablando durante la clase, es después amenazado por el padre de denunciarlo por robo. Otro profesor también tiene que sufrir una buena trifulca con la madre de una niña porque el profesor le había llamado la atención debido a que, por el excesivo escote con el que se había presentado en clase, tenía 'soliviantados' a todos los compañeros.

El inspector de Educación, Miguel Ángel García Luque, insiste en que "éstas son sólo anécdotas, y lo que hay que tener en cuenta es la gran mayoría de alumnos y profesores que están dando clases con normalidad". Reconoce que el debate planteado actualmente sobre la autoridad de la figura del profesor "es imprescindible, pero es un debate que también tiene sus trampas, porque se corren dos peligros: El primero es defender la autoridad por sí misma, lo que nos podría llevar a un autoritarismo desfasado que nadie debería echar de menos, y el segundo es achacarle a los docentes el que, porque no son capaces de realizar bien su trabajo, ahora reivindican la autoridad, es decir, que han perdido la autoridad y ahora quieren que se les de". Este inspector que conoce la realidad de numerosos colegios de la provincia señala que "la autoridad no es un fin en si mismo, sino un instrumento imprescindible en el proceso de enseñanza.

Entre el educador y el alumno tiene que haber una relación asimétrica necesariamente. El educador no puede ser amigo del alumno. La amistad es otra cosa porque hay una relación de igualdad que no puede haber entre el docente y el alumno. Es lo mismo que ocurre entre padres e hijos, cuya relación nunca puede ser de amistad. Al no estar en un plano de igualdad, hace falta que el docente tenga autoridad y que el alumno reconozca esa autoridad. La autoridad nunca puede ser impuesta y por eso es imprescindible que el alumno la reconozca". Es en este punto donde, según García Luque, es clave la postura de la familia. "Si nos centramos en Secundaria -explica- que es donde suele haber más problemas, la adolescencia es una etapa de rebeldía. El adolescente siempre va a tener la tendencia a rebelarse contra la autoridad y eso no es necesariamente malo. El profesor cuenta con ello, pro hace falta que los mensajes que el alumno recibe de la sociedad, y sobre todo de su familia, no sea alimentar esa rebeldía. Hay que ofrecerles marcos de referencia que apoyen la autoridad del educador como condición imprescindible para que este desarrolle su trabajo".

García Luque les pide a las familias fundamentalmente "que le demuestren al alumno que apoyan al profesor y que merece un respeto que le da el simple hecho de ser el profesor". En este sentido señala que "hasta ahora estamos hablando de una autoridad mínima, pero también es verdad que el profesor con un buen hacer tiene que conseguir la autoridad moral, y eso no le va a venir regalada. Se la tiene que ganar él, pero para conseguirla tiene que tener ya de por sí una autoridad básica, unas condiciones mínimas como que los alumnos estén sentados, atiendan en silencio, respeten a los demás..." En su opinión, propuestas como el hablar de usted, exigir una determinada indumentaria y prohibir los móviles y los mp3 en clase "son importantes porque van a hacer posible que se den las condiciones necesarias para dar clase y no sólo eso, sino que además se está educando en unos valores imprescindibles para integrar a los alumnos en la sociedad. Ninguna de estas medidas por sí solas no sirven para nada porque pueden derivar en el autoritarismo. Son válidas si hay un consenso social sobre ellas y por eso es muy importante debatirlas".

En su opinión, lo más importantes es que "cuando haya una medida disciplinaria, el profesor esté apoyado por los padres. Si la familia por ejemplo no comprende por qué no se puede utilizar el móvil en clase, lo que se está haciendo es reforzar la idea de que el alumno puede hacer lo que quiera. Lo que no se puede es que el niño vaya a casa contando algo del profesor y se le crea antes siquiera de haber hablado con el profesor. Eso a quien perjudica es al niño. Cuando apoyamos al profesor estamos beneficiando al niño y si no se está de acuerdo en algo con el docente siempre hay cauces donde resolverlo, pero dejando al margen al niño".

No obstante, García-Luque considera que la pérdida de autoridad no se ha dado sólo en el colegio, "porque también han perdido autoridad los propios padres, la policía, los médicos, los jueces... Es una crisis de autoridad generalizada".

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