de poco un todo

Enrique García-Máiquez /

Amparo

Nos contaba mi madre que su tata, a la que tanto había querido y que se llamaba Visita, jugaba a la lotería con una fe indesmayable. Una vez le preguntó qué haría si le tocase el tan anhelado premio gordo, y ella, cargada de razón, replicó: "¡Pero qué cosas tiene esta niña! Pues seguir aquí, como hasta ahora, igual, pero sin que tu madre me tuviese que pagar". Cuarenta años más tarde, aquella niña lo contaba a sus hijos, nostálgica, con la voz empañada de emoción. Y añadía, pasándose en un segundo del género elegíaco al epigramático, que eso ya no pasaba con el servicio. Ahí parece que se equivocó mi madre. Amparo, que es la señora chilena que cuida a mi hija, nos ha dicho que, en cuanto le toque la primitiva, si le toca, ella va a contratar a dos nannies, una para la niña, y otra para el niño que viene de camino. A bote pronto, me hizo mucha ilusión, y no sólo por el servicio de casa princepesca con el que me iba a encontrar en mi casa de repente. Cuánto me habría gustado -pensé enseguida- contárselo a mi madre.

Luego lo pensé mejor, y, bueno, hay ciertos matices en la propuesta de Amparo que no debemos pasar por alto si queremos ser objetivos. Porque recordando sus palabras con exactitud y el conjunto de la conversación, insistió mucho, tres o cuatro veces por lo menos, en que nosotros nos iríamos a trabajar todas las mañanas bien temprano, mientras que ella se quedaría a cargo de la casa, organizando a las dos susodichas nannies y, por supuesto, con la niña en brazos. La amena charla había empezado cuando sugerí, al dejar ella caer que quizá se le amontonase el trabajo en el futuro, que, si no le daba la vida para cuidar a los dos niños, la mayor iría a la guardaría. Eso le pareció horrible. "Ésta de aquí no se mueve hasta que se vaya a la universidad", fue su réplica exacta, y entonces se le ocurrió lo de la primitiva y las nuevas nannies. Tampoco dijo Amparo en ningún momento que a partir de entonces nosotros no tendríamos que pagarle lo suyo. En eso hace muy bien: con primitiva o sin ella, es lo suyo, sin duda, y se lo gana con creces. Reconstruyendo, pues, los hechos, he llegado a la conclusión de que lo que pretende Amparo es vivir básicamente como una marquesa. Fíjense: las dos nannies a sus órdenes, la niña a su amparo y mi mujer y yo, por supuesto, fuera, trabajando de sol a sol. A mí, que también me gustaría vivir como un marqués, me parece muy legítimo. Y además tampoco deja de ser un regalo que ella, si le sonríe la suerte, no permita que unos puñados de millones de euros (con lo que tiran unos millones) vayan a separarle de mi hija, a pesar de que extraña mucho a Chile y es una patriota y se emociona cada vez que su país sale en la tele. Enternece y resulta halagador -mi madre estaría de acuerdo-que a una millonaria llena de posibilidades nuestra casa le parezca aún un sitio agradable, del que enseñorearse.

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