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De poco un todo

Enrique García-Máiquez

De perdidos al río

ARÍO revuelto, ganancia de pescadores de aplausos, votos y adhesiones inquebrantables. Andémonos, pues, con ojo para no ser engullidos por los remolinos de la retórica nacionalista, o regionalista, o partidista… pasada de lista en cualquier caso. Tras la sentencia del Tribunal Constitucional negando la competencia exclusiva de la Junta de Andalucía sobre el río Guadalquivir, pretenden que a los andaluces se nos ponga cara de tonto y nos indignemos por haber perdido nuestro río. De eso, nada. Aquí, perder, perder, se han perdido, ay, cientos de miles de puestos de trabajo.

Porque disfrutábamos del Guadalquivir desde muchos siglos antes de la Junta, el Estatuto y sus competencias exclusivas, y el viejo río seguirá fluyendo calmosamente cuando el Estado de las Autonomías sea un capítulo -apuesto a que breve y no demasiado rutilante- de los libros de Historia. No, no se rompan la camisa, escandalizados, que así es la vida. Esta Constitución se reformará, esperemos que legalmente. Cayó Roma, con lo que Roma fue, y el Tíber allí sigue. Lo cantó Quevedo en el soneto que acaba: "y solamente/ lo fugitivo permanece y dura", final no se sabe si melancólico o eufórico, aunque lo más probable, siendo Quevedo un barroco, es que las dos cosas, con un sentimiento retorcido como una columna salomónica.

En nuestro artículo, más minimalista y actual, el sentimiento es sencillamente alegre. Como digo, el Guadalquivir ya era nuestro, de los andaluces, porque era de los españoles, y lo somos. De modo que no lo hemos perdido, por más que compongan el gesto los que siempre quieren llevar el agua a su molino.

Más bien, si nos ponemos estupendos, hemos ganado el Duero, el Tajo y el Ebro, que ahí es nada. Porque reconozcamos que, si sobre el Duero se establecían competencias exclusivas de la Comunidad de Castilla-León, no siendo nosotros ni castellanos ni leoneses, entonces sí que de alguna manera resultábamos excluidos. Querían canturrear nuestros políticos locales: "Río Duero, río Duero/ nadie a acompañarte baja/ y menos si no es un buen/ paisano de esta comarca". Pero a los ríos nacionales, gracias al Tribunal Constitucional, los pueden acompañar aún las palabras de amor, palabras de todos los españoles.

Es otro motivo de alegría, más especializada, pero no menos seria, que el Tribunal Constitucional cumpla su papel y defienda un poco nuestra norma suprema. A los políticos se les llena la boca contándonos que somos ciudadanos de un Estado de Derecho, oh, pero eso debería significar que a ellos y a los jueces se les llenase la boca con la ley y su cumplimiento recto, sin interpretaciones aprovechadas que subvierten las reglas sin seguir los cauces reglamentarios.

Dudaba dónde ir a ver la bajamar histórica de esta mañana de domingo. Pero ya lo tengo claro. Me acercaré a Bajo Guía. Junto al Guadalquivir celebraré que el río es tan nuestro como siempre.

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