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La firma invitada

Óscar / Eimil

Equivocaciones y de las gordas

SE aproximan las uvas y con ellas, como siempre, toca recapitular sobre lo que ha significado -también desde un punto de vista político- el año que está a punto de terminar. Es sabido -así lo dice el refrán- que el sentido de la realidad depende del color del cristal con el que se mire. Aún aceptando la certeza de esta aseveración popular, y por lo tanto la relatividad de las opiniones personales, creo que la mayoría de ustedes estarán de acuerdo conmigo en que el mal momento por el que atraviesa el Partido Socialista en Andalucía,tiene bastante que ver con los graves errores que, más allá de la crisis económica, han venido cometiendo sus dirigentes en los últimos tiempos, equivocaciones y gordas que, me permitirán, personifique en esta ocasión en José Antonio Griñán.

La primera fue la de aceptar el regalo envenenado de la cartera presidencial. No existía ninguna causa de interés general que justificase que el ex presidente Chaves abandonase la nave socialista, cuando ésta empezaba a hacer aguas, un año después de haber obtenido una sólida mayoría en las elecciones autonómicas de 2008; como tampoco la había para que Griñán -que se diferencia de Obama en esto y en alguna cosa más- se hiciese cargo de la Presidencia de la Junta sin haber pasado antes voluntariamente por las urnas. Este déficit democrático de inicio, como algunos vaticinaron, está siendo una pesada losa que, irremediablemente, lastrará toda su trayectoria política al frente del Gobierno andaluz.

La segunda fue la de convocar a destiempo, a prisa y corriendo -ante los primeros indicios demoscópicos de declive electoral-, el Congreso Regional de su partido que se celebró la pasada primavera en Córdoba. De un cónclave que tendría que haber sido el de la renovación y el de la unidad, quedan en la retina de los andaluces poco más que el toque de arrebato a los cuadros del partido para mantenerse en el poder, algunos nombramientos que no han llegado a Navidad, y la espantada de la delegación gaditana, con su presidente al frente, en la madrugada del último día del Congreso.

La tercera fue la de admitir, contra el criterio de la mayoría de los andaluces, la tomadura de pelo del pago de nuestra deuda histórica en solares. Un asunto cargado de simbolismo que ha dejado un regusto amargo a segundo plato en la ciudadanía, harta ya de la existencia de ciudadanos de primera y de segunda clase en nuestro país.

La cuarta fue la de anunciar precipitadamente, en sede parlamentaria, como respuesta política a la crisis, un apresurado plan de reordenación del enorme sector público andaluz, que ya se ha llevado por delante a su autor material, amenaza con hacer lo propio con la Consejera del ramo, y deja al Gobierno andaluz, tras la moratoria aprobada estos días in extremis, sin saber muy bien qué hacer con el grave conflicto que han creado.

La quinta, la más evidente de todas -como demuestra el aplazamiento parcial en su aplicación que han aprobado también a última hora-, tiene que ver con la subida generalizada de impuestos que hemos sufrido los andaluces este año, puesto que a los palos que nos han dado desde Madrid con el IVA y el IRPF, se suman los que no nos han ahorrado Griñán y su Gobierno con la batería de impuestos que han subido y que -parece que inconstitucionalmente- han creado.

Podríamos seguir así, con esta enumeración, hasta aburrirnos, porque el año que finaliza ha venido, por desgracia, cargado de despropósitos. Pero permítanme que, para terminar, ponga el acento en uno que ha pasado bastante desapercibido. Hace poco tiempo, la Junta autorizó la venta de 75 inmuebles de su propiedad -400.000 metros cuadrados-, situados por toda la geografía andaluza, a dos sociedades instrumentales también de su propiedad. A cambio, estas deberán entregarle -como precio por su adquisición- una cantidad de dinero que saldrá de los préstamos hipotecarios que pedirán a los bancos dichas sociedades, quienes, a su vez, alquilarán los inmuebles a la Junta para pagar las cuotas de amortización de los préstamos con el importe de los alquileres que perciban.

Se preguntarán ustedes entonces por qué la propia Junta no pide prestado directamente ese dinero, y se ahorra el tiempo y el gasto que comporta el artificio jurídico y contable que están fabricando. Yo se lo diré: porque está tan endeudada que la ley no le permite endeudarse más, de manera que, para conseguir recursos, no le ha quedado más remedio que utilizar a sus sociedades instrumentales. Con ello -haciéndose trampas al solitario- la Junta vulnera, no sé si la letra, pero sí desde luego el espíritu de la Ley, y envía de paso a los mercados un mensaje de lo más inoportuno y desafortunado -ahí están las advertencias de Moody's-, precisamente cuando las cuentas de las comunidades autónomas -como un agujero negro que imposibilita el control del déficit publico en nuestro país- están en el punto de mira de todos los expertos.

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