El alambique

Luis Suárez / Ávila

Panicando, que es gerundio

LAS vacas del pueblo ya se han escapao...en Cádiz. Han sido toros negros. Siete toros, siete. Total, que se han escapado y han discurrido por las estrechas calles gaditanas, aun la Ancha, hasta llegar al Campo de las Balas. Mi yerno Roger, inglés, aficionado a los toros, es inventor de palabras por deducción. Y yo me acordé de él cuando me enteré que los toros de Cádiz habían arrollado a dos señoras. Roger ha inventado el verbo "panicar". Porque, en gerundio como lo utiliza Roger, la gente de Cádiz "iba panicando" por las calles, esto es, presas de pánico. Sin ir más lejos, en este Gran Puerto de Santa María, el año 1985, cuando gobernaban el Ayuntamiento el PCE y el PSOE, y estábamos en la oposición AP, en que también estaba Teófila, ocurrió la famosa huida del cabestro díscolo en el toro del aguardiente. El cabestro escapado de la manga y de las empalizadas, se acordó de la tetosterona, arremetió contra todo, y acabó en el agua de la Bahía, luego de haberse recorrido todo el espigón del río. Fuimos, entonces, muy prudentes los de la oposición, porque esas cosas pasan por mucho miramiento que se ponga. Otros casos famosos ocurrieron en esta Ciudad. En el siglo XIX, a finales, un tal Alejo fue muerto por el toro del aguardiente en la misma puerta de la tienda de Apolo, en la calle Palacios. Esto lo contaba Doña Consuelo Rosado, la abuela de Enrique, de José Mari y de Consuelito García Máiquez, sentada beatíficamente en su sillón de orejas. Otro sucedido fue el de Manuel Hermosilla, el torero sanluqueño, en mi calle San Juan de mi alma. Ocurrió que Manuel Hermosilla, que iba en una jardinera tirada por dos mulas hacia Sanlúcar, paró en casa de mi abuelo Juan Ávila, de quien era amigo. Y estando allí se formó un gran revuelo porque un toro suelto, desmandado, iba por esta calle. Hermosilla que llevaba en la jardinera los avíos y el fundón, cogió la muleta y de un estoconazo pasaportó para el otro mundo al morlaco. Esto lo contaban en mi casa y, luego, lo he visto en una biografía del cantaor Enrique El Mellizo que era el puntillero de Hermosilla. Lo de Cádiz no tiene parangón. Y es que verse venir a siete toros por esas calles estrechas es para panicar y, sobre todo, para hacer un buen couplet, o muchos, en el Carnaval.

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