Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Columna vertebral

Ana Sofía / Pérez-Bustamante

Euroeuforia

CON euforia democrática recibo mi primera designación como vocal de mesa electoral. Cuando llego a mi sede los suplentes están locos por recuperar su libertad. Los vocales resoplan. Un señor despotrica: "¿No nos pagan 60 euros? Pues ya podían llamar a los parados de Cádiz". (Me pregunto en mi fuero más interno si los parados de Cádiz se dignarían comparecer hoy que va a hacer buen tiempo). Puede que esto sea el euroescepticismo: las ganas de irse cuando no hay nada que rascar. Por fin nos abren la puerta. Nadie sabe qué hacer. Vocales, presidentes, suplentes y guardias flotamos atónitos y dispersos entre sillas apiladas. Optamos por suplicar a los recatados interventores que nos iluminen con alguna directriz. La monja portera indica vagamente que por allí ha puesto las cajas que le llegaron. Vamos sacando las papeletas de los 35 partidos, algunos francamente esotéricos (hay dos Verdes distintos, dos falanges más o menos auténticas -una con flechas torcidas y otra con flechas derechas-, grupos con logos de una o dos estrellas, de una hoja, de una o dos flores, el toro mártir de la protectora de animales, herméticas siglas aburridas o inverosímiles: POSI, PREPAL, PUM+J). Me pregunto qué hace aquí La Extremadura Unida o la Andecha Astur. Leemos las instrucciones, nos normalizamos. Esto es agradable: un pase de vecinos, realmente. Yo temía que el contacto con la política me ofuscase, y saliera diciendo cosas como que el feto no es persona humana hasta los cuatro meses (antes, el ADN debe de ser de anfibio), o que si gana Zapatero a la vez que Obama entraremos en la Era de Acuario, o que, según un obispo, es mucho peor abortar que ser pederasta con niños vivos. Pero no: esta gente de las mesas es amable y uno no se explica por qué tenemos los políticos que tenemos. Por lo demás, es agradable echar estas horas escribiendo apellidos raros mano a mano con Deme López y Christian Moreno, socializándome con los interventores del PP y del PSOE (que aquí, como en el País Vasco, conviven en paz): Carmen Gutiérrez, Juan Fernández, Gloria Bestard y Paquita Gutiérrez. Por cierto, que ya podían las monjas invitar no digo a bollos pero sí a un cafelito.

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