Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Columna de humo

José Manuel / Benítez Ariza

Chiringuitos

COMO en este país no se hace nada sin que, de inmediato, se alcen voces a favor y en contra, resulta que el tardío y más bien titubeante intento del gobierno de poner coto a los chiringuitos playeros ha suscitado una reacción furibunda en el principal partido de la oposición, así como en diversos agentes sociales. Parece como si, ya que la izquierda y la derecha no pueden discrepar respecto al modelo económico y social que, mal que les pese, ambas comparten, han encontrado el modo de repartirse la clientela en función de estos asuntos coyunturales, que nunca faltan.

Reconozco que en esto no puedo ser objetivo: a los chiringuitos les tengo manía desde que, de pequeño, me veía obligado a pisar descalzo el suelo de alguno de los que se alzaban entonces en la playa Victoria, en busca de un helado o un refresco. Si alguien ha olvidado a qué olían y qué aspecto tenían aquellos bares de playa, le recomiendo una excursión a las todavía casi vírgenes playas atlánticas marroquíes (uno de esos destinos que, según los empresarios, van a salir beneficiados de la supresión de los chiringuitos en las playas españolas): los chamizos de cañas que allí se encuentran, sin servicios ni agua corriente, donde los turistas se atiborran de sardinas (eso sí: excelentes), son una imagen fehaciente de lo que eran esos locales en España hace treinta años, y de cuáles fueron las causas que los alumbraron: entre otras, la inevitable colusión entre la miseria imperante, la baratura de la mano de obra y la falta de una regulación eficaz, por un lado, y la existencia, por otro, de una demanda poco exigente, a la que le bastaba que la manutención en aquellos destinos turísticos recién descubiertos fuera más barata que en sus lugares de origen.

Conviene saber de dónde se viene para saber a dónde se quiere ir. Supongo que la mayoría de los bares de playa actualmente existentes se pliegan más o menos a los requisitos mínimos que debe cumplir un local donde se sirven comidas y bebidas. Pero también me consta que siguen existiendo otros cuya mera presencia supone un baldón, no ya para las autoridades encargadas de velar por la salud de la gente y la conservación de las playas, sino para la sociedad que los tolera. Los hay, incluso, que se acogen a pretextos ecologistas y "alternativos", como el que se alzó hasta hace apenas un par de años en la playa gaditana de El Palmar, en cuyos alrededores se congregaba todas las noches una masa poco escrupulosa que, con el poético pretexto de contemplar las puestas de sol en aquel paraje, lo dejaban hecho un estercolero.

Se puede aspirar a otra cosa. No creo que el traslado de los chiringuitos de la arena al paseo marítimo vaya a suponer una catástrofe nacional, como piensan algunos. Habrá que ir un poco más lejos para comprar la cerveza. O traerla de casa. Eso es todo.

benitezariza.blogspot.com

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