Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Nuevas penas

HA querido la juguetona casualidad que mi repaso vespertino de las noticias tenga un inesperado sesgo penal. Asisto horrorizado a la atrocidad a esos ladrones a los que en México han cortado las manos, en un castigo muy siglo XVIII a.C., tomándose lo Hammurabi a la tremenda. Luego veo la decapitación en Arabia Saudí de un príncipe de la familia real acusado de asesinato. Castigos son, pero no resultan muy siglo XXI, con perdón de la multiculturalidad, la Alianza de Civilizaciones y el mercado de crudo.

Menos mal que la justicia española pone su gramo de cordura y equidad 2.0 para compensar. A Luis Pineda, abogado de Ausbanc, le han condenado a tuitear durante 30 días seguidos. Comparado con lo que hay en el mundo, es, desde luego, un alivio. Natural que el presunto asesino múltiple de la familia brasileña haya preferido entregarse en España para que lo juzguen aquí. Nuestra Justicia es tan ligera y posmoderna que incluso no se sabe si la condena a Luis Pineda es a él o, más bien, a sus seguidores de Twitter.

En realidad, resulta que a lo que la Audiencia de Sevilla le condena (y el Tribunal Supremo, nada más y nada menos, ratifica) es a tuitear durante 30 días la propia sentencia de la Audiencia. Para todo el que conozca la mecánica y las vanidades de la red social Twitter hay un halo sospechoso. A ver si lo que la Audiencia quiere es publicidad, retuits y nuevos seguidores. Por la popularidad en la famosa red hay quien hace casi cualquier cosa. Más aún: la sentencia precisa que hay que "publicar el fallo de la sentencia a través de la cuenta de Twitter del demandado, mediante la transcripción del fallo en un tweet usando una herramienta creada al efecto para aumentar el número de caracteres permitidos". O sea, que además de los retuits, la Audiencia obliga -con prosa espesa- a buscar el modo de sortear la férrea ley del límite de los 140 caracteres. Huy, huy.

Presunciones aparte, no deja de ser otra aplicación de la Lex talionis. Aquel que insulta en Twitter, como fue el caso de Luis Pineda con Facua, en Twitter restituye. Podría cundir el ejemplo y restaurar el Código de Hammurabi al menos para los crímenes más incruentos. A aquellos que no han permitido hablar a Felipe González y a Juan Luis Cebrián en la Universidad Autónoma yo les condenaría a asistir atentos a 30 horas de discursos de ambos líderes. Claro que yo soy un justiciero sin piedad, lo reconozco.

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