Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Juan Bosco Navarro Grau

POR la circunstancia de que Juan Bosco Navarro era cabeza de lista de IU para el Ayuntamiento de Arcos, me he enterado de su muerte repentina, cuando sólo contaba 63 años. No lo habría sabido tan pronto ni a través del Diario si él no hubiese sido una figura relevante. Diría que es la parte más elemental y también más noble de la política: pone en el centro de la vida pública a los ciudadanos.

En cambio, si he sentido tanto su muerte, más allá del pesar lógico ante cualquier deceso, es por la literatura, cuyo campo propio es la emoción y la intimidad. Una intimidad que va mucho más allá del trato continuo y cotidiano, que no tuve con él. Apenas coincidimos en tres o cuatro actos literarios, brevemente. E intercambiamos algunos correos. Con eso basta.

Quizá lo primero que me ha llamado la atención ha sido su militancia activa y su liderazgo en IU. Yo, tan despistado, no se los conocía; y él, por su trato exquisito y sus maneras delicadas, no entraba, ni mucho menos, en mi estereotipo de revolucionario, que es algo más alternativo y agresivo. Y no escribo esto para epatar, sino para reírnos de mis prejuicios. Supongo que yo tampoco cumpliré del todo, cuando se me conoce, las prevenciones que la condición de reaccionario despierta. Ambos profesores y letraheridos, las veces que charlamos fueron lo más alejado que cabe imaginar de un choque ideológico; y, recordándolo ahora, me hace gracia y lo celebro.

Claro que el mérito era suyo. La última Navidad me la felicitó con un tarjetón de Izquierda Unida que representaba a la Sagrada Familia, a los pastores y, de fondo, a los Reyes Magos, ilustración de Luis Manuel Carmona. El tarjetón reproducía un precioso "Romancillo de los niños que fueron a Belén" de Cristóbal Moreno, que acababa: "Y el Niño Jesús volverá a decir:/ Dejad que los niños se acerquen a mí". No imagino al PP felicitando así la Navidad, tan por derecho. Qué va.

Su finura la daba la delicadeza del alma. Escribió unos haikus que la transparentaban: "Limpio arcoíris./ La ramita del sauce/ dentro del agua". Y en una ocasión me mandó el poema que le inspiraron estos versos de Mario Quintana que yo había traducido: "Pero es tan bueno, entre las horas todas,/ acordarme de ti, saber que existes". Ahora, en estas horas de tristeza y desazón, querido amigo Juan Bosco, sigue haciéndome mucho bien acordarme de ti, saber que exististe, que existes, darte las gracias.

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