de poco un todo

Enrique / García-Máiquez

Dos anuncios anunciados

El viernes sólo asistimos a dos anunciados anuncios. La noticia, pues, no fueron los anuncios, sino que fuesen ahora: uno, por su exagerado adelanto; otro, por su torpe retraso. Lo único bueno: que han coincidido el mismo día y eso les da cierto valor simbólico, de cara y cruz. Por un lado, los sindicatos han convocado una huelga general y, por otro, Rajoy se ha reafirmado en su intención de promulgar pronto una ley a favor de los pequeños y medianos empresarios y de los autónomos. Nada que no esperásemos. Es lógico que UGT y CCOO se opongan con todas sus fuerzas a una reforma laboral que empeora considerablemente el estatus del trabajador; y que, además, por lo bajo, como explicaba José Aguilar hace unos días, es un torpedo en toda la línea de flotación del actual sistema sindical. Les quita dinero y poder. Por su parte, el Gobierno necesita sacar ya la tan cacareada norma de apoyo a empresarios y autónomos. Sueña con que aquí resulte mucho más rentable y más apetecible hacerse empresario o autónomo -que es lo que crea puestos de trabajo- que ocupar uno de los creados por otro. Porque hay que reconocer que en España hasta ahora ha venido siendo más cómodo ser trabajador fijo o funcionario. En particular, la situación de los autónomos, verdaderos motores de nuestra economía, es tan dura que se han hecho hasta anuncios de televisión bromeando con su dificultad para darse de baja por accidente o enfermedad. El Gobierno, al apretar las tuercas a los trabajadores y dar mayor poder a los empresarios, trata de mejorar la competitividad de nuestra economía, desde luego; pero también está empujando por detrás a muchos a montar negocios o empresas. Para eso, es vital una ley que mejore la posición de autónomos y de empresarios en sentido inversamente proporcional a la reforma del mercado laboral. Lo raro es su tardanza. La dimensión pedagógica se hubiese subrayado de haber sido promulgada a la par que la reforma laboral, evitando así una imagen monolítica del PP de dureza e insensibilidad social. Supongo que ese retraso, políticamente tan torpe, se debe al poco margen para las ayudas de ningún tipo que la crisis deja. Tampoco los sindicatos están acertando en el manejo de sus tiempos, aunque en su caso por la bulla. Aún no hemos visto las aristas más cortantes de la reforma laboral y todavía los parados se sienten damnificados por el Gobierno anterior. Una probable mayoría del PP en las elecciones andaluzas será un jarro de agua fría sobre la legitimidad social de la huelga. Tendrían que haber esperado al otoño, cuando los ánimos estarán más caldeados, sobre todo si los efectos benéficos de las políticas del PP tardan en notarse. Ante tantos errores me llevo las manos a la cabeza. Una mano por lo mal que tienen que estar las cosas cuando se ponen tan nerviosos, y otra por la falta de sutileza de los que tendrían que sacarnos de ésta.

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