Polémica Cinco euros al turismo por entrar en Venecia: una tasa muy alejada de la situación actual en Cádiz

Cultura

Un concierto memorable

Director: Pedro Halffter. Guitarra: Pablo Sáinz Villegas. Obras: Manuel de Falla, Joaquín Rodrigo y Juan Crisóstomo Arriaga. Lugar y fecha: Gran Teatro Falla. Sábado, 27 de Noviembre de 2010. Asistencia: Casi lleno.

Desde sus comienzos, hace ya ocho años, el Festival de Música Española de Cádiz, gracias al trascendental apoyo de las corporaciones organizadoras y las patrocinadoras, impresionó muy gratamente con la participación de las grandes orquestas sinfónicas de Andalucía. La mera existencia de estas, de las orquestas, y del nivel alcanzado por ellas es ya un evidente índice de que en los últimos 20 ó 30 años algunas cosas han cambiado para bien en nuestra tierra; si hablamos de Cádiz, su presencia entre nosotros es, desde entonces y evidentemente, una absoluta novedad: antes y en este terreno de la música sinfónica lo que teníamos era el desierto absoluto. Y no es que la gran orquesta sea lo único, o lo máximo, de la música, pero sí es cierto que constituye un capítulo fundamental y se erige en pieza clave para el noviciado de los no iniciados.

El pasado sábado nos volvió a visitar la de Sevilla que, siendo una de las más jóvenes, viene mostrando desde su fundación una calidad admirable. Como arranque de la velada la versión de concierto que en 1925 preparó Falla de su El amor brujo. En Cádiz "sufrimos" (dicho sea con toda la ironía de la que yo sea capaz) la servidumbre consistente en que todo músico o conjunto musical que pase por aquí parece que se siente obligado a tocar algo de Falla, lo que produce en ocasiones interpretaciones lamentables. No es este el caso. De la obra que nos ocupa prefiero la transcripción que escuchamos la noche del sábado; me gusta más el Falla apasionado que sin duda fue, pero sereno, meditativo, místico, que el desmelenado y racial al uso, el que, dicen, está en los orígenes del machacón flamenquito-fusión. Y debo añadir que lo que la orquesta hizo con la singular partitura fue, de principio a fin, espléndido: creo no haber escuchado nunca en concierto una interpretación tan redonda. La aparente austeridad expresiva de Pedro Halffter consigue lo que los grandes directores, hace que cada músico se sienta importante, imprescindible, y aúna voluntades heterogéneas consiguiendo brillantez tímbrica, notable transparencia, precisión, expresividad, atmósfera de misterio cuando lo exige la obra. Perfectos los solistas en sus participaciones, particularmente Sara Bishop en sus intervenciones con el corno.

El hit-parade internacional de la música clásica está encabezado desde hace muchos años por el Concierto de Aranjuez, de Rodrigo, y por las vivaldianas Cuatro estaciones. Estrenado en 1940, el concierto pertenece por derecho propio al universo de lo inmortal. Probablemente a fuerza de tanto oírla hemos dejado de apreciar su originalidad, su fuerza, su novedoso entronque con lo popular, su mediterránea luminosidad; por otra parte el bellísimo adagio se ha extendido de tal manera que con gran frecuencia se toma la parte por el todo, el concierto es la inmortal melodía. Nada más injusto. El sábado pudimos apreciar a fondo la inspirada partitura, la notable unicidad que logra con una célula de dos notas breves y una larga de donde parte toda la formidable arquitectura de una gran densidad armónica. El joven Pablo Sáinz Villegas obtiene de la guitarra un sonido claro, punzante, exacto, completamente limpio de la frecuentes adherencias del instrumento; sobrado de facultades y sin ninguna amplificación, su papel protagonista frente a la orquesta y el empaste con esta resultan de una adecuación deslumbrante. Nos regaló fuera de programa una delicadísima Recuerdos de la Alhambra, de Tárrega, que público y orquesta escucharon literalmente absortos.

Compuesta a los 18 años de edad, la interesantísima Sinfonía en re menor de Arriaga es una obra muy bien estructurada, perfectamente integrada en los usos formales del clasicismo musical, de orquestación muy conservadora, con un genial cuarto movimiento, pero en la que ya aparecen nuevas peculiaridades melódicas, bellísimas ambivalencias modales, ejemplos perfectos de la capacidad generativa de los materiales que utiliza. A la vista de la excelente aunque naturalmente corta producción del llamado "Mozart español" en razón de la gran precocidad de sus dotes, siempre nos preguntaremos a dónde habría llegado de no haber muerto a los 19 años.

Pero en mi opinión el protagonismo de la noche corresponde a la orquesta que año tras año y contra viento y marea sigue sonando espléndida incluso en la acústica del Falla debilitada por los cortinones laterales. Precisión ejecutoria, limpidez de sonido, progresiones dinámicas rutilantes, rigor interpretativo, particularmente rítmico, sutileza tímbrica: una orquesta extraordinaria. Si el papel de los primeros atriles en los frecuentes solos de las dos primeras obras resultó impecable, me quedo con el tutti en general y con las cuerdas en particular: hace 25 años no nos lo hubiéramos creído pero se trata de una orquesta española.

Un concierto memorable.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios