Cultura

El Pony Bravo desembarca en la Sala Supersonic

  • El grupo sevillano presenta su último trabajo, 'Un gramo de fe', en la Sala Supersonic de Cádiz

Hay pocos artistas capaces de despertar la expectación que despiertan los Pony Bravo. Su primer disco, Si bajo de espaldas no me da miedo (Discos Monterey, 2008), recibió el premio al Mejor disco andaluz del año de la prestigiosa revista Mondosonoro, y su enérgico y espectacular directo les ha valido el reconocimiento de prensa y público. Tras colgar el cartel de "no hay entradas" en Barcelona, Sevilla, Estocolomo o Caracas, Pony Bravo llega a Cádiz para presentar su último trabajo, Un gramo de fe (El rancho, 2010).

Los que esperen encontrarse con una mera coda de su anterior trabajo andan muy desencaminados. En dos años, los artistas andaluces han experimentado con nuevos conceptos y sonidos que los han alejado de la autocomplacencia para ingresar en el terreno de la experimentación. Los tonos épicos han dejado paso a un universo melódico más complejo, en el que el humor, la sátira y el eclecticismo se concilian bajo la poderosa inspiración del juego estético. Así, es posible encontrar en apenas dos canciones ecos de Radio Futura o Pablo Carbonell, toques de Smash, Suicide, Can o incluso reggae, dub, son cubano y rock.

Esto no quiere decir que Pony Bravo haya terminado convirtiéndose en una suerte de coctelera sin rostro. La suma de estos elementos sólo adquiere sentido dentro de un particularísimo universo en el que convergen una lírica y un sonido propios. Junto a temas instrumentales destacan otros preñados de un entrañable lirismo urbano ("Qué bonito se ve el monte cuando apagas la luz de coche"); y junto a cortes de flamenco-rock, como Ninja de fuego (adaptación de la canción de Manolo Caracol), piezas inclasificables como la bailable Superbroker.

Un gramo de fe supone, además, la consolidación de un arriesgado proyecto que nació hace dos años y que va mucho más allá de la mera música. Pony Bravo entiende el arte como una forma de expresión política y económica, y desde su local de ensayo ubicado en la Macarena sevillana apuesta por la autoedición y por la liberalización del arte como bien de consumo. Frente a otras formas de industrias discográficas, los sevillanos defienden a capa y espada la licencia Creative Commons, que trata de eliminar intermediarios entre los artistas y los consumidores. De hecho, es posible bajarse sus discos desde su página web sin pasar por caja, siempre y cuando no se les dé un uso comercial. La música ya está ahí, para escucharse, y sólo si te gusta tienes la obligación moral (que no legal) de comprarla.

¿Una forma de suicidio comercial? Puede parecerlo, pero desde luego, en su caso, no lo es. Sus discos se agotan con rapidez y sus conciertos se llenan ya sea en Suecia, Venezuela o España.

Aún es pronto para saber si Un gramo de fe terminará convirtiéndose en el clásico que ya es Si bajo de espaldas no me da miedo; aunque, visto lo visto en Barcelona o en Sevilla, va camino de hacerlo.

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