Enrique montiel. Abogado y escritor

"Mi principal propósito es pillar desprevenido al lector"

  • El autor presenta esta tarde en la sede de la APC 'Bulerías nazis', un conjunto de relatos "heterodoxo" que pretende "importunar"

Asegura que su principal propósito -en su primer libro de relatos, y puede que tal vez en la vida- es pillar desprevenido. Salir por donde no se espera, provocar. Jugar a ser, en definitiva, el "abogado del diablo", perspectiva que tan a menudo cultiva Enrique Montiel.

De hecho, Bulerías nazis -la recopilación de cuentos que acaba de publicar con Ediciones Mayi- toma el título del relato que abre la colección en gran parte porque este ejemplifica, en su sola historia, el espíritu del libro, jugando constantemente con el elemento de la incredulidad: ¿qué es verdad, qué no lo es?

"El mismo nombre, Bulerías nazis -explica Enrique Montiel- es la suma de dos conceptos disimilares, da una idea de contraculturalidad. La historia une varias anécdotas en torno a la Venta de Vargas, no siempre coincidentes en el tiempo, y hago un todo con ellas. Por ejemplo, la calidad de 'punto de auxilio en carretera' del lugar, o el ajusticiamiento del alcalde republicano de San Fernando. Y, por supuesto, el episodio de los oficiales nazis y el posterior hundimiento de U-Boot en aguas del Algarve. Hilo una cosa con otra, pero todo es real".

Esa llamada a lo imprevisto sucede ya desde la misma portada de la edición, sugerida por Montiel: en ella, se ve una mano de mujer sosteniendo un cigarrillo, en el mismo gesto y con idéntica luna a la que lucía Camarón en la icónica foto de García Alix. Sólo que, junto al cuarto creciente, hay una cruz gamada. Y las uñas están pintadas de rojo. Camarón meets Lily Marlene. ¿Por que no?

No tiene nada que ver, sin embargo, ese primer relato, con cualquiera de los que siguen, ya que el conjunto de historias que encierra Bulerías nazis saltan desde el humor (Apocadizsis) a el género Z (Los Manolo Blahnik), al tono de realismo fantástico (Milagrosa Mañana) o la nota nostálgica e intimista de ciertos narradores estadounidenses (El vacío de los gatos). Unos relatos salpicados de vivencias, propias o ajenas: "Incluso en las coincidencias más surrealistas -dice Montiel-. De hecho, los detalles más surrealistas, como la historia de La galleta María, son los que han sucedido en la vida real".

"He querido firmar un libro de relatos heterodoxo, sin miedo a clichés y a tabúes. Y, sobre todo, auténtico: no hay impostura. Yo mismo soy inconoclasta en mis gustos del día a día, así que no se me caen los anillos en introducir subgéneros, como el cuento de los Manolo Blahnik, si son cosas con las que disfruto. Aunque sí intento darles una pátina de seriedad -explica el autor-. Hasta los relatos más frikis o más surrealistas salen del corazón, y se habla de sentimientos, de miedos escondidos que están ahí".

Precisamente esa es la clave, lo emocional, en la que está escrito todo el libro: "Creo que en la mayor parte de ellos, lo que hago es hablar de la capacidad de superación -indica-. Recordar que de algo malo, siempre puede salir algo bueno y, de algo negativo, la oportunidad de desarrollarnos".

Tal vez sea consecuencia, o no, de la profesión de Montiel: ese estar obligado a ser observador constante o el andar calibrando continuamente, pero es inevitable pensar que las tablas del Derecho le hayan dado la cintura para aprender, desde muy pronto, de la gran cantidad de grises que llega a presentar la realidad, ese denso y desvaído puré de guisantes. Y de lo tibias que son algunas victorias, y de lo injusto o redentor de aparentes derrotas. Menos mal que hay leyes, menos mal que hay códigos. Para hundirse en la escala de matiz, está la escritura.

"Recuerdo una vez, en una conferencia de temas legales, que nos dijeron que la mayor parte de las víctimas de atropellos son niños -comenta Montiel-. Al parecer, es por una de esas cuestiones de género: los hombres tenemos vista centrada, fija; las mujeres, vista panorámica. Si hay una jueza en la sala, nos dijeron, estad atentos porque ella se estará fijando en todo, en cada detalle. Y yo diría que, en ese aspecto, en el de fijarse en todo y controlarlo todo, soy muy mujer. Y eso me ayuda a averiguar los detalles de las cosas, y explotarlos".

Aunque apunta que se encuentra macerando una novela, Enrique Montiel subraya, que era esto "justo" lo que le apetecía hacer y publicar, que Bulerías nazis es una colección en la que se ha "reafirmado".

"Yo creo que el relato o el cuento son géneros por sí mismos, en los que muchos naugrafan, al igual que hay cuentistas estupendos que después se desinflan a pasar a la novela -indica el escritor, en torno a la vindicación del género que realiza Rafa Marín en el prólogo del volumen-. El cuento, por definirlo de esa forma que no le gustaba a Quiñones, tiene entidad per se, no es un espacio para el ensayo y error encaminado a una posterior novela; tampoco es algo que se haga por falta de tiempo o capacidad para acometer otra cosa. El cuento tiene un proceso creativo y un desarrollo diferente al de la novela".

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