Cultura

"El juego debería ser el rasgo distintivo de la música"

  • El músico belga presenta esta noche en Cádiz 'A Starry Wisdom' Su actuación inaugura el Festival de Música Manuel de Falla

Con el concierto de esta noche, Wim Mertens (Neerpelt, 1953) abrirá el Festival de Música Manuel de Falla y cerrará, a la vez, la gira que lo ha llevado durante las últimas semanas por siete ciudades españolas. En ella, el músico belga ha presentado su último trabajo, A Starry Wisdom: una puesta en escena que Mertens realiza en formato trío -junto al violinista Bart Lemmens y el violonchelista Lode Vercampt- pero que vio la luz como una pieza para piano y voz en el Festival de Gante.

-¿Cuál ha sido el recorrido de A Starry Wisdom ?

-Es un proyecto que tenía como objetivo poder presentarse con diferente instrumentación. De hecho, al principio, el tour constaba de violín y chelo pero, en otros países, hemos acudido con formación de quinteto... y el disco recoge los temas en versión orquesta. ¿Lo has escuchado bien?

-Sí... da la sensación de que A Starry Wisdom remite a una idea de caos y orden. La creación tiene mucho de "celestial", de elementos inesperados (tormentas, imprevistos...) dentro de una pauta férrea, de ciclos...

-La palabra starry (brillante, estrellado) hace que las cosas parezcan mejor de lo que son, las idealiza... El continuum es en realidad un discontinuo: se ve alterado constantemente, en una especie de amok. Mi aspiración es que mi música haga referencia a lo que se siente en la sociedad, que pueda conectarse con ella, aunque esto no sea muy positivo: precisamente, una aproximación crítica supone una diversidad de sentimientos, reacciones y situaciones...

-En sus conciertos, no ofrece interpretaciones pegadas a la partitura... Esa sensación de juego debe resultarle muy cómoda pero, ¿y al resto de sus músicos? ¿Comparten ellos ese entusiasmo por saltarse el pentagrama?

-De hecho, lo decimos en la misma expresión... en lo que se refiere a la música, todo debería ser lúdico, y a mí me gusta disfrutar de cada aspecto del juego. Uno no habla de jugar (play music) cuando está leyendo un libro... Para mí, esa debería ser la distinción principal de la música. Al jugar, automáticamente, uno está tomando riesgos, toma otros elementos que pueden enriquecer lo que haces... aunque no sea algo que se pueda predecir con exactitud, se corresponda o no luego con tus expectativas. Si eres capaz de desarrollar esa característica de la música, de sacarla del primer plano a través de la interacción con el instrumento, estás muy cerca de lo que es su función real. Por eso podemos actuar delante de públicos muy distintos: nuestra relación con cada uno de ellos es algo que no podemos predecir, lo que va a suceder en un concierto determinado será algo completamente diferente a lo que haya sucedido en otro. Si hay alguna distinción en la música contemporánea es ese sentido de que la música ha ir más allá de un estilo, que no vive en un concierto de forma estática, sino que hay un acuerdo entre el intérprete y el público.

-¿Tiene esto en cuenta cuando compone?

-Tenemos que tenerlo. Si la música refleja de alguna forma lo que estamos viviendo y va más allá de una obra, entonces la gente tendrá la capacidad de conectar con el concepto mismo de la composición, y la pieza podrá interpretarse una y otra vez, cada vez de manera distinta. Al mismo tiempo, la música ha de tener capacidad de evocación, de mostrar algo más. El riesgo de A Starry Wisdom es que tiene un filtro idealista... pero es que es precisamente de esa evocación, de ese aire, de donde surge la primera inspiración. Después empiezas a componer, a organizar el aspecto material de la música. Y, de nuevo, cuando la composición llega en directo a la gente ya no hablamos de matemáticas, sino de atmósfera, de emoción.

-"Hipnótico" es una palabra que se usa mucho para describir su trabajo. Según lo que ha dicho, ¿diría que tiene más de ilusionista o de jugador?

-En los 60 y 70, hablábamos mucho de la individualización del sonido. Pero lo que está en la partitura se queda hecho, y a nosotros nos gusta trabajar en lo que no está hecho, en el momento... En este sentido, podríamos decir que el ilusionista monta la partitura y, si algo se sale de lo previsto, falla. Pero esto es sólo el esquema, el esqueleto de la música: cuando todo va bien, lo que aparece no está en el papel.

-¿Cómo debería ser, en su opinión, la música que refleje el espíritu de estos tiempos?

-El problema habitual de las orquestas es que pretenden ceñirse a un público del XVIII, del XIX, del XX... Pero deberíamos hacer un esfuerzo por hacer que, como institución, la orquesta recupere la conexión esencial con el público. Ha de olvidar esa antigua actitud que hace que no tienda puentes hacia el público.

-Con más de treinta años de trabajo, y más de setenta trabajos publicados... ¿cómo se siente respecto a sus primeras composiciones?

-Mmm... creo que al escuchar mi propia música lo que trato es de encontrar un equilibrio, mantener la conexión entre lo que fue el espíritu creativo del momento y la pulsión actual. En ese sentido, es una especie de reto que te permite descubrir nuevas cosas, nuevas soluciones a los problemas. En Cádiz, de hecho, tocaremos dos antiguos temas...

-¿Le ha dado tiempo a aburrirse alguna vez?

-(Risas) No, nunca.

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