flamenco Muerte de Cascarilla

La separación definitiva de los Gitanillos

  • La noche del lunes murió uno de los últimos cantaores históricos del barrio de Santa María, José Vargas 'Cascarilla'

Toda separación es dolorosa pero sólo una es definitiva. Cuando La Parca señala con su dedo afilado termina el viaje, así que recoge la maleta y apura el paso. Aunque hayas sido polizón de un barco que iba para Barcelona donde te esperaba tu fortuna. Aunque las fatigas, primero, la abundancia, después, el amor, siempre hayan acompañado tu camino. La Parca eligió a José Vargas Fernández Cascarilla a la una y media de la madrugada (del lunes para los que aún no habían dormido, del martes para los que se levantaron con la noticia) separándolo de su familia, de sus amigos, de sus compañeros de profesión. La Parca separa. Y aunque ya ha llovido mucho desde la disolución de Los Gitanillos de Cádiz, grupo en el que se dio a conocer el cantaor que después prosiguió su carrera en solitario, ayer tuvimos la sensación de un nuevo adiós, de una nueva fractura. De la separación definitiva. Separación, por un lado, y casi desaparición, por otro, de una forma de vida, la de los cantaores históricos del Barrio de Santa María.

La Parca señala pero no se lleva todo. Los recuerdos, metidos en la maleta de un buscavidas del cante que nació en el número 13 de la calle Suárez de Salazar, pesan más y se quedan en tierra. En suelo y mar, a cielo abierto y bajo techo, en agua y en la memoria de otros. En la de Rosario Jiménez y Ana y Silvia Vargas donde siempre vivirá el marido y el padre. En la de Antonio del Valle, Luis Guerrero, Francisco Moya, Francisco Suárez, Ángel Dragados, Arturo Armas, los amigos con los que compartía todas las tardes de los últimos años charlas y café en el bar Sol y Mar. En la de Alfonso del Valle (Bendito) y Concha Aranda, sus primeros compañeros de viaje. En la memoria (escrita en las paredes, en las calles) de esta ciudad cuyo nombre paseó por distintos continentes. Porque La Parca sólo hace su trabajo, te escoge para marcharte. Tienes toda una vida para ganarte la eternidad. José Vargas lo hizo bien. Se queda.

Se queda en las palabras que hace doce años el cantaor dictó a la periodista Ana Barceló: "Con trece años me metieron en Construcciones Aeronáuticas. Habían muerto mi madre con 39 años y mi padre con 40, ¿de qué?, de la miseria que había en aquella época. Cada hermano tiró por un lado. Yo sólo estuve 9 meses en CASA. Yo les dije a ellos: "yo soy artista, aquí en Cádiz sólo me dan vino por cantar. Entonces me metí a polizón en un barco el Cabo de Buena Esperanza, de la compañía Ibarra. Antes de salir a la Bahía, el práctico me trincó y me devolvió a tierra".

Barceló, muy afectada por la muerte del artista de 83 años que, al parecer, no sobrevivió a una angina de pecho, "echaba una mano" a Cascarilla con sus memorias. "Cada viernes venía a Cádiz a ver a "su Lola" y en mi ordenador dejó una estampa de la Virgen de los Dolores del Nazareno, que sigue ahí para recordarme sus visitas fugaces para dejarme una hoja cuadriculada y que yo se la escribiese "bonita" en sus memorias. Hace un año empezó a distanciar sus visitas. Muchas veces he pensado llamarlo para seguir aquella tarea que José me confió y que se ha quedado a medias. Lo que más siento es que Cascarilla no haya tenido la alegría de verlas publicadas, ni siquiera acabadas", se lamentaba.

Conchita y Bendito llegaban profundamente tocados del Tanatorio de Cádiz, junto a la glorieta de la Zona Franca, donde reposaba el cuerpo de Cascarilla durante todo el día de ayer y donde hoy, a partir de las nueve de la mañana, se celebrará el responso por su alma. "Nos duele muchísimo, imagínate todo lo que hemos pasado juntos. Hemos estado con los mejores, con Gary Cooper, con Rita Hayworth, con Picasso... Y también hemos pasado mucho juntos... Es una pena muy grande".

Con ellos Cascarilla se metió por primera vez en un estudio de grabación. Sería en 1953 y con la discográfica La Voz de su Amo, dos años después de la fundación del grupo Los Gitanillos de Cádiz. Grabaron en total una docena de elepés, visitaron medio mundo y se separaron tras 17 años juntos.

Pero José, el que fuera aquel chiquillo que empezó a cantar en una taberna de la calle Nueva, no se rindió ante la desaparición del grupo y continuó su camino profesional compaginando las noches en El Tablao con una carnicería que regentó durante 9 años en la calle Navas y, después, con su trabajo de recepcionista del Hotel Regio en el que se llevó 17 años. En todo ese tiempo sólo nos dejó dos discos, Cádiz, mis recuerdos y A Cai. Su voz tampoco se la llevará La Parca.

José Vargas 'Cascarilla',

en una imagen realizada por

Kiki en 2002

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