Cultura

La mujer castellana y marginada

  • La editorial Bercimuel rescata 'La bella del mal amor. Cuentos castellanos' de María Teresa León, en su empeño por reivindicar a las mujeres que fueron invisibilizadas por la historia en España

Que la mujer ha sido silenciada a lo largo de la historia no es novedad para muchos de nosotros. No es fácil desprenderse de siglos en los que la misoginia o la simple ignorancia fueron las principales fuentes por las que se adquiría la educación, o sea, esa primera forma en la que modelamos el mundo según lo que nos han enseñado. La mujer, siempre dueña de la culpa y esclava de un destino pensado por los otros para ella, se ha visto a menudo obligada a deambular tristemente entre los deseos masculinos y la negación de sus más íntimos sueños.

Desde la mordedura bíblica hasta los debates del siglo XVIII donde empezamos a construir aquello que felizmente, con una sonrisa en los labios, hoy llamamos Modernidad, la feminidad ha sido posesión y control de unos hombres que pensaron que el mundo o la libertad eran derechos de unos pocos solo. Por suerte, algunas cosas han cambiado. No es extraño entonces que en una época en la que legalmente la mujer comenzaba a tener unas licencias que hasta entonces le fueron negadas, asistiéramos el siglo pasado al llamado boom feminista en el que muchas mujeres lucharon por reivindicar sus voces. De Celaya aprendimos que el arte podía ser un "arma cargada de futuro" y las mujeres, de algún modo, inconsciente o no, tomaron este relevo.

Una de esas mujeres podría ser perfectamente María Teresa León (1903-1988), escritora que defendió siempre en sus escritos y en su vida la causa republicana o el restablecimiento de los derechos y libertades de los más marginados, aunque en muchos casos fuese su obra ensombrecida por la fama de su marido, Rafael Alberti. En este caso, la escritora compone una bella oda a la mujer sometida en La bella del mal amor. Cuentos castellanos (2012), una colección de relatos publicada por primera vez en España en 1930 y rescatada ahora en mayo de este mismo año por la editorial Bercimuel de la mano de María Siguero Rahona. La editora, en su empeño por recobrar las voces de mujeres que lucharon contra aquel silencio impuesto del que hablábamos al principio, asegura que le gustaría "tener un montón de dinero para hacer libros sobre jardineras, pintoras, músicas y muchas otras mujeres marginadas a lo largo de la historia".

Al sumergirnos en la preciosa lectura de estos cuentos nos encontramos con un aire muy castizo entre sus hojas, puesto que la mayoría de sus tramas suceden en Burgos, ciudad castellana que la autora conoció muy bien y a la que estuvo ligada casi toda su vida. La editora nos avisa del "riquísimo léxico rural de la zona de Burgos" presente en estas páginas, pues es cierto que la prosa de María Teresa León es, además de muy cuidada, como en las más grandes églogas pastoriles, lírica, preciosista y abundante en metáforas. Lo que puede dificultar a veces su lectura se convierte al mismo tiempo en una de las virtudes del libro, reflejando ese estilo personalísimo de la escritora que, en boca de la editora, "se trata de una prosa muy poética, y por mucho que digan eso no se lo debe a Alberti, porque es suya".

Desde el título homónimo del primer cuento que encabeza la colección, el tema imperante es el de la mujer sometida a los deseos del varón. Entre sus historias se despliegan injusticias y crueldades como las que, bañándose en el folclore del romancero, "retoman el tema antiguo de la malcasada o malmaridada", en palabras de María Siguero. El matrimonio de conveniencia -el que conduce a la mujer, en su fútil espera, a ser seducida por otro varón y a cometer el "crimen" del adulterio, con su consecutivo castigo- sale a relucir como conflicto en varios de sus cuentos, además de la desigualdad de castas, la importancia de la virginidad, la prostitución o la muerte de inocentes a manos de una educación bárbara. En todos ellos se deja entrever al fondo un mensaje de reclamo, un grito encendido de furia e impotencia por la crueldad de estos silencios y esta injusticia que gobernaron o gobiernan a tantas mujeres. Quizá donde mejor se refleje este mensaje sea en el cuento El mayoral de Bezares, en el que Inesilla, una "vulgar campesina", acaba vengándose del ansia del hombre que la tenía por objeto.

D'Alembert escribió en pleno siglo ilustrado una carta a Rousseau en la que razones no le faltaron para escupir fuego sobre esta injusticia. La culpa, de su propio puño y letra, es de "la educación funesta, [...] casi homicida, que les prescribimos, sin permitirles tener otra; educación en la que aprenden casi únicamente a fingir sin cesar, a ahogar todos los sentimientos, a ocultar todas sus opiniones y disfrazar todos sus pensamientos". Este libro sirve para reivindicar, todavía hoy, este mismo pensamiento.

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