Muere Luis Aranda de Carranza, coronel del Ejército

OBITUARIO

José Ramón Del Río

17 de octubre 2016 - 01:00

Ha muerto Luis Aranda de Carranza, gaditano, recriado en Algeciras, coronel del Ejército Español, a la edad de 91 años. Ha luchado contra la muerte con la misma decisión y valentía que puso en todas sus empresas, con la única diferencia que a la muerte no se la puede vencer. Había heredado de su padre, Eduardo Aranda Asquerino, general de División y casado con Micaela de Carranza, su vocación militar. De este matrimonio nacieron 12 hijos y entre ellos, Gabino, que fue almirante de la Armada, Eduardo, diplomático, y además, Ramón, también marino, Carmen, María Jesús y Maribel. Su tío José León de Carranza, hermano de su padre, fue alcalde de Cádiz de 1948 a 1969, como antes lo había sido su padre Eduardo Aranda.

He tenido ocasión de tratarle los últimos 30 años y puedo suscribir lo que de él dijo, en la misa de responso, el padre Sebastián Llanes, tan conocido de los cofrades gaditanos y que, en cada ocasión en que se refirió al difunto, añadía: "mi amigo". Porque Luis es de las personas que rendía culto a la amistad, siempre firme en sus convicciones e ideas, sin necesidad de acomodarse a las de los otros, para complacerles. Eran contagiosas y simpáticas sus risas estridentes que prodigaba en la Venta del Pino, en aquellas tertulias nocturnas, que no dejaban dormir a Antonio Martínez, ni a los cazadores de madrugada. Conocido fue su forofismo por el Cádiz F.C., al que seguía con una fidelidad constante, cualquiera que fuese la división en que militara. Le gustaba escribir en estas mismas páginas, hay abundantes testimonios de su buen hacer literario.

Mención especial merece su esposa, María Victoria Sagrario, que le dio 8 hijos. Su menuda figura se agiganta con su sonrisa permanente, que como le sale de los ojos, más que de los labios, la conservaba cuando me despedí de ella en el trance del último adiós a su esposo. En las dehesas de Los Barrios, entre chaparros, quejigos, acebuches y madroños, siempre habrá un recuerdo permanente para don Luis Aranda, amigo del padre Llanos y mío y de toda la gente del lugar.

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