El tesoro rojo

perversiones gastronómicas

Claves para una cultura industrial de los Atunes de Cádiz

José Berasaluce Linares

14 de mayo 2016 - 01:00

En 1950 el gran cineasta italiano Roberto Rossellini dirige Stromboli donde una joven Ingrid Bergman se enamora de un tonnare, pescador de atún siciliano. La primera escena de la película refleja una impresionante Mattanza, el arte de pesca para capturar atunes que forma parte de la cultura insular desde hace siglos. Una especie de almadraba a la usanza italiana que nos une a la cultura mediterránea.

El atún rojo es uno de los peces de mayor valor económico del mundo. Los túnidos están pasando ahora por nuestras costas y convierten estos meses en un espectáculo ancestral, donde un arte de pesca milenario sostiene una tradición pesquera y una incipiente industria conservera.

Este pez fortalece también el desarrollo del sector hostelero que ha descubierto en los últimos veinte años, al calor del gastroboom de los fogones, un efecto llamada que está favoreciendo una frívola competencia entre rutas, concursos, ferias y pueblos. Una absurda pugna que llena, como las primeras comuniones, los salones de bares y restaurantes pero que, en realidad, no está desarrollando el auténtico potencial que merece.

Por otro lado, las compañías almadraberas explotan un caladero, cuya mayoría de capturas son exportadas al mercado japonés, y es inversamente proporcional a la capacidad real de poder desarrollar una verdadera industria. Si nosotros solo producimos y los nipones transforman, venden y le dan valor internacional, ¿de qué tenemos que estar orgullosos?

Toda la Janda piensa que el atún rojo es un producto reclamo que le da un respiro primaveral a la deprimida comarca, pero en realidad solo nos conformamos con las migajas del codiciado pez porque todo el valor se lo llevan los otros.

Es oportuno visualizar al atún rojo como un valor patrimonial milenario a conservar y se hace imprescindible analizar su verdadera fortaleza sin absurdos localismos y en el marco de toda la provincia, es decir de la llamada marca Cádiz y a su vez en el contexto internacional de aquellos pueblos del Mediterráneo con los que nos unen las mismas tradiciones. Es necesario que la sociedad civil y alguna institución pública lideren un cambio radical que le ayude a sacarle todo el partido. ¿Por qué no nos preguntamos por el futuro del atún rojo?

La Unión Europea tiene abierto el llamado Horizonte 2020, un programa de ayudas públicas muy bien dotado que contribuye a abordar los principales retos sociales, promover el liderazgo industrial en Europa y reforzar la excelencia de su base científica. Sin duda estos fondos europeos son un marco ideal para competir, en nombre de nuestro atún, y promover un proyecto con el que ir a Bruselas.

Para ello hay que mirar más allá y conectar no solo a los que hacen negocio sino a la comunidad científica y a los agentes culturales. Los departamentos de biología marina y de arqueología de la Universidad de Cádiz, en el ámbito de CEIMAR, vienen desarrollando desde hace años un increíble avance del conocimiento. El desarrollo de una industria acuícola sostenible puede permitir la cría larvaria y la producción en cautividad con garantías medioambientales, como se hace con otras especies (salmón, lubina, dorada). La empresa Futuna Blue en el Puerto de Santa María es la única en la zona que está produciendo con éxito miles de alevines de atunes para el mercado internacional. ¿No podría ser ésta una muestra para construir una Industria solvente?

Los arqueólogos conocen cómo las monedas de Gades viajaron por todo el imperio romano con el anverso de Hércules que revela el origen mitológico y el reverso de unos atunes, y por consiguiente han descubierto que la economía del atún en el Mediterráneo es común a tres grandes estrechos por donde pasaban -y siguen pasando- los peces: Gibraltar, Messina y el Bósforo. ¿No tendríamos que incorporar a Baelo Claudia y a la Fundación NMAC Montenmedio de Arte contemporáneo con el turismo cultural del atún utilizando los yacimientos romanos, los espacios escénicos teatrales y el entorno natural?

Nos creemos que somos los únicos que tenemos atunes pero el Instituto Español de Oceanografía en Murcia lidera el proyecto científico estatal más serio para la reproducción en cautividad del atún rojo, y en el ámbito gastronómico el restaurante siciliano del cocinero Carmelo Chiaramonte, autor del libro Tutto Tonno, en Catania, donde, por cierto, también existe una almadraba, se ha destacado como un chef de referencia del atún.

En el plano más innovador el artista Alfonso Doncel ha creado en El Puerto un precioso proyecto, Still Waters, una producción multimedia y cultural sobre la base de una metáfora conceptual: las vidas suplantadas. Ha diseñado un montaje multidisciplinar y una sugerente ficción llena de ideas: La vida de El Chapas, un chatarrero que siempre quiso ser marinero y, como no pudo, fue lanzando al mar a lo largo de su vida enormes peces de ferralla, que nos evocan atunes, piezas que al cabo de los años fueron volviendo a la orilla.

Si son tantos los actores y los recursos en el ámbito industrial, institucional, científico, gastronómico, cultural e internacional ¿cómo seguimos mirándonos el ombligo y pensando solo en la hostelería? Hemos de plantear un proyecto global, un plan de futuro que pueda establecer redes de ciudades europeas del atún en el ámbito del Mediterráneo y que consolide no solo una industria floreciente sino un sistema cultural al servicio de todos que genere actividad económica, innovación y futuro para el atún rojo.

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