Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Cádiz

"Siempre he sido persona de trinchera y de primera línea"

  • El prelado diocesano habla de sus dos primeros meses, en los que el contacto más cercano con la realidad le ha mostrado problemas como la inmigración. Destaca la labor de Cáritas pero advierte de que "no es un banco con un grifo de dinero"

Aparentemente, poco o nada ha cambiado en las dependencias del obispo diocesano desde la llegada de monseñor Rafael Zornoza Boy. La sala de espera y su despacho presentan la misma austeridad y sencillez de las que hacía gala su antecesor en el cargo. Y es que, desde que llegó a Cádiz hace casi un par de meses, apenas si ha tenido tiempo de sentarse en la silla que ocupó don Antonio Ceballos. Su agenda, que lleva siempre encima, es pequeña de tamaño pero está llena de anotaciones. Su secretario personal, el padre Carlos Ruiz, se multiplica y trata de buscar huecos a tantas solicitudes. Todo el mundo quiere hablar con el nuevo obispo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta.

-Se ve que usted no para un momento, siempre corriendo, de un lado para otro, cada día en un lugar distinto. ¿Aguantará este ritmo?

-Ya me gustaría saberlo. Siempre he sido de trinchera y primera línea pero comprendo que también hay una primera línea que también hay que resolver en los despachos y no me niego a las reuniones y los consejos, que ya he tenido muchos, y a resolver cosas. Tengo la urgencia de conocer, a ser posible in situ, a los curas, religiosos y religiosas, a las hermandades, y a otros fieles en las parroquias que requieren atención. He intentado conocerlos lo más personal y directamente posible.

-Acaba de regresar de Ceuta.

-He visto que en Ceuta están siempre preocupados por si voy a estar de una forma frecuente o si va a ser distante. No he cumplido los dos meses y ya he estado allí tres veces. Ahora he estado de lunes a miércoles allí, me he reunido con los curas... Creo que al menos este tiempo me ha cundido, aunque espero que el ritmo se aminore en los próximos meses.

-¿Cómo es la respuesta de instituciones y fieles en general al nuevo obispo?

-La gente tiene mucha curiosidad. Primero, por conocer a la persona, y con una amabilidad que es general y me atrevería a decir que sin excepciones, con una acogida muy cordial, estupenda, con muchas ganas de colaborar. Y eso es muy grato para mí porque creo que es sincero y nos da la posibilidad de poder servir a los demás uniendo fuerzas. Por parte de los fieles, las parroquias y la gente más normal y más llana, incluso por la calle, es muy divertido porque la gente es muy abierta, te paran por la calle y te saludan, quieren conocerte, te piden fotos... Es una apertura muy grande y una familiaridad que hace muy fácil la relacion.

-Le ha 'tocado' una diócesis en una provincia con mucho paro y problemas de inmigración. Lo notará en la calle.

-Los dos temas están relacionados. La respuesta de la Iglesia es también unitaria, no por separado, como si hubiese dos delegaciones, sino una respuesta coordinada, dirigida por distintos estamentos o secretariados en la Diócesis. El tema de la inmigración es gravísimo como una cuestión asistencial a la que hay que hacer frente. No es un problema de la Iglesia, sino que la caridad cristiana, de los fieles, tiene el deseo imperativo de querer afrontarlo compartiendo la misma escasez que tienen los fieles.

-A través de Cáritas se hace una gran labor en ese sentido.

-Lo curioso es que se habla de Cáritas como si fuese un banco que tiene un grifo de donde sale el dinero cuando, en realidad, es la gente que pasa las mismas necesidades la que comparte su kilo de comida y su sueldo y su dinero, con cosas además que son de voluntariado y muy poco contabilizables económicamente. En el tema de la inmigración, se nota que la Iglesia hace un esfuerzo tremendo por ayudar a estas personas. Pero la ayuda no es sólo económica, alimentaria o para solucionar un problema asistencial. Hay un acompañamiento, una acogida, un afecto y un cariño que distingue precisamente la atención que da. Por eso se explica que en Cáritas se atiende a muchísimos extranjeros que no son cristianos o católicos y la gente no va sólo por una ayuda material, sino a que le escuchen. Eso es muy bonito. En el tema de los inmigrantes, tengo una relación muy fluida, por no decir casi diaria, con el delegado, porque raro es el día en el que no vienen unas pateras y me informa, o porque hay dificultades económicas estos días para mantener los proyectos.

-Habla de dar calor.

-Calor humano. La atención que es importante para alguien. La respuesta de la Iglesia también es ofrecer a la sociedad criterios de reflexión. El Evangelio habla de una realidad humana que necesita una atención que tiene que venir también por un cambio de orientación del corazón del hombre. Por eso, una sociedad encerrada en sí misma, egoísta, puramente interesada, no es capaz de resolver muchos problemas. La Iglesia, en su caso, da un testimonio muy grande y ofrece una solución de la que se aprovecha mucha gente pero sobre todo da un sentido y el porqué hay que hacerlo. En el tema de la inmigración, hay cosas muy locales, pero es una situación global del mundo donde hay que hacer una reflexión muy grande sobre la situación de los países, las libertades, por qué emigran seres que vienen en condiciones infrahumanas, cómo hay que atenderles, qué espíritu tiene que haber en la acogida. Es una cosa mucho más compleja.

-Usted ha trabajado mucho con jóvenes. ¿Cómo ve a la juventud actual? ¿No cree que la incertidumbre económica puede conducir a muchos al desánimo?

-Pienso que el orden es el contrario. La esperanza está fundamentada en que uno puede confiar, que la vida tiene sentido, y después vienen las cuestiones concretas que a la gente le ilusionan o le desilusionan y les hace perder la esperanza. La persona que tiene una profunda respuesta a las cuestiones de su vida, es decir, es un hombre de esperanza, afronta las dificultades esperanzadamente aunque no pueda ser muy optimista. Incluso es capaz de ayudar a los demás. El que no tiene esa base, fundamenta su vida en ilusiones que desilusionan mucho. Y cuando las ilusiones son pobres, pequeñas y con pocas oportunidades, pues enseguida se ve fracasado y tiene poca capacidad de vivir él y de tender la mano a los demás. La Iglesia es ejemplar en ese sentido porque ofrece asistencia y quiere abrir caminos de esperanzas materiales y de esperanzas muy lícitas y nobles en la vida humana pero, sobre todo, fundamenta, da cimiento a la vida humana ofreciendo la esperanza más profunda que da sentido a la vida.

-¿Cómo ha encontrado al clero en la diócesis?

-Me he encontrado con lo que me habían dicho. Sabía que había más necesidades que clero para atenderlas. He visto curas jubilados que han dado su vida y que siguen haciendo cosas. Entre los que están en activo, hay de todas las edades y lógicamente atendiendo las situaciones de la Iglesia, tan variadas, desde la asistencia de hospitales y prisiones hasta colegios, capellanías, y la labor parroquial, que es territorial y se nota mucho. Me he encontrado con curas un poco agobiados por el trabajo, pero muy disponibles y muy realistas. Por supuesto, necesitados siempre de unir fuerzas, de abrir caminos juntos, de responder a retos actuales que sí son cambiantes, es verdad.

-¿Y las vocaciones?

-En este momento hay 17 seminaristas, lo que parece que es la media desde hace unos años y que se mantiene, lo que me parece bastante insuficiente en un proyecto de evangelización. Pero me preocupa más la calidad que la cantidad. Los apóstoles, perdón por el ejemplo tan repetido, eran doce y evangelizaron el mundo conocido como un rayo. Necesitamos sacerdotes muy convencidos, con un deseo muy grande de santidad, preparados para el mundo actual y afrontando los retos sin ningún temor, con mucha confianza en Dios y con una gran eclesialidad y comunión. Habrá que pedir al Señor que mande obreros a su miés.

-¿Cree que es necesario abrir nuevas parroquias?

-Veo que hacen falta algunas, voy conociendo nuevos proyectos, pero no me parece que sea el problema más grave en este momento de la Diócesis. Hay lugares de expansión en los que una cercanía de una parroquia nueva daría un servicio de atención mejor, pero son cosas que se pueden ir afrontando poco a poco.

-Habrá visto que en esta tierra tienen mucho peso las hermandades. ¿Cree que han evolucionado conforme a estos tiempos?

-He visto unas hermandades ya muy evolucionadas. Han asumido muy bien un proyecto posconciliar, de actualización, de una fe renovada, de que hay que vivir de cara a los principios que han orientado su creación, que es una fe más profunda, más exigente, una caridad y una dimensión de compensación cristiana de bienes y ayuda a los demás. Eso, que está en sus estatutos, lo tienen todas muy claro, que hay que cuidar a los jóvenes, la formación, que hay que intentar llegar a los demás. Luego, está muy claro que son una presencia viva y un testimonio muy popular del valor de la fe y del amor a Cristo y a la Iglesia y eso hay que valorarlo mucho. Y cuando se dice popular, a mí me gusta aclarar que no quiere decir 'plebeyo'. Quiere decir que es de todo un pueblo, que es el pueblo de Dios. En esta piedad popular me he encontrado con magníficos profesionales, intelectuales, gente de mucha altura empresarial, profesional, intelectual, que vive su fe muy marcada por una devoción muy viva dentro de una congregación o una hermandad y eso tiene un valor muy grande. Creo que están llamados a cumplir una misión que tiene mucha actualidad.

-¿Está satisfecho con el papel que tiene la Iglesia en la celebración del Bicentenario?

-Creo que no porque la Iglesia se encargue de preparar muchas más cosas ha de ser tenida más en cuenta. Las reflexiones históricas que se van a hacer son puntos clave a tener en cuenta y considerar. A medida que pasan los días y se acercan las celebraciones, veo que hay más intervenciones culturales y académicas donde todo esto va a estar presente. En esto me he dejado llevar y no estoy insatisfecho. Creo que puede tener un papel suficiente la Iglesia.

-¿Cree que se confunde laicidad y laicismo en España y se interpreta correctamente la aconfesionalidad del Estado?

-Una cosa es que el Estado sea aconfesional y otra que los ciudadanos del Estado no tengan sus confesiones de fe. Los ciudadanos sí somos confesantes y además la inmensa mayoría. Además, hay que contar, porque si no sería pretender una quimera irreal y posiblemente suicida, que la cultura, nuestra cultura, es una cultura profundamente cristiana, como se demuestra en su patrimonio histórico, en su arte, en su literatura, en su música, en las tradiciones populares, en las comidas, en las costumbres, en la manera de hablar... Negar esto, que lo han aceptado los mejores intelectuales, incluso los que no tenían fe durante estos últimos dos siglos en la Historia de España, es quedarnos sin identidad. Me parece que hay una confusión muy grande sobre lo que es laicidad y lo que es laicismo. Esto es muy importante porque el Estado es aconfesional, pero no laico y mucho menos laicista. La aconfesionalidad lo que quiere ser es un respeto absoluto y un apoyo a todo lo que viven los ciudadanos, mientras que el laicismo lo que pretende es excluir de una forma intolerante todo lo que tenga un signo o una identidad religiosa como si así se fuera más libre o el Estado fuera más neutro, cuando no es así y no es respetuoso con la vida de la gente. La distinción entre la esfera política y la religiosa es un valor adquirido y reconocido por la Iglesia, que quiere respetar y pide que se respete la Verdad del hombre y la búsqueda de ésta. Y no hace falta que haya un régimen teocrático para respetar esas cosas, sino todo lo contrario. La Iglesia por eso mismo quiere intervenir para iluminar la conciencia y la coherencia de los católicos que tienen que vivir en la vida pública aportando lo mejor de sí mismos al bien común. Pero también exigiendo ser respetados en sus convicciones, en sus costumbres, en sus expresiones externas.

-¿Dónde pasará la Nochebuena?

-En Cádiz, claro que sí. Estaré en la Catedral Vieja, donde quiero animar a todos los que quieran ir a las doce de la noche a la Misa del Gallo porque incluso me ha dicho algún cantaor que iba a venir y me gustaría que hubiese niños y mayores, cánticos y villancicos, y poderlo celebrar por todo lo alto como merece la fiesta.

-A usted le gusta mucho la música.

-Me he dedicado mucho, he hecho muchas cositas, siempre he sido un aficionado, pero me ha dado mucha satisfacción la música y es un elemento cultural que educa el alma y los sentimientos y también es un lugar de encuentro con Dios.

-¿Algún villancico en especial?

-Aquí hay una tradicion de villancicos flamencos y andaluces que es popular y bellísima. Luego están otros más litúrgicos, más que para la fiesta en la calle, y luego están los tradicionales 'Noche de Paz' y el 'Adeste Fideles', que son unos himnos ya que han pasado al acervo cultural mundial y que son bellísimos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios