Semana Santa

Una espléndida tarde devuelve a La Isla su Miércoles de siempre

  • La jornada tuvo un caluroso comienzo con la cofradía del Gran Poder

  • La salida de la Vera Cruz desde su capilla, una escena que no se veía desde hacía diez años, marcó la pauta del día

Que sí, que días así -lamentablemente- no se prodigan demasiado en Semana Santa. Y que si un año no es la lluvia le toca al fuerte viento de levante. ¡Que se lo digan si no a las cofradías del pasado Domingo de Ramos! Así que cuando tocan tardes así, cuando las juntas de gobierno en las vísperas de una salida suspiran de alivio y ya luego ni miran siquiera los partes del tiempo porque lo mismo da, conviene aprovecharlos y exprimirlos al máximo sin desperdiciar ni un solo segundo. Porque esta celebración que tanto depende siempre del tiempo es cada año una auténtica tómbola. Y nunca se sabe lo que a uno le aguardan en tiempos venideros. Así que carpe diem a lo cofrade... Sin complejos. Es lo que ayer hicieron -y bien- las hermandades del Miércoles Santo. Cada una a su manera, claro. Cada una, según su propio estilo y personalidad. Porque este día de la Semana Santa es también la jornada en la que más se notan esas identidades tan definidas en entre una y otra cofradía. De ahí el tópico del Miércoles 'de los contrastes', que no por manido deja de ser menos verdad. La tarde del Miércoles es como un péndulo que oscila de un extremo a otro, de la vistosa y colorida estampa que brindan los nazarenos del Gran Poder a la solera isleña, de cofradía vieja, que desprende la Vera Cruz o a la encantadora sencillez mariana de los Servitas.

Ayer, las primeras horas de la tarde fueron casi veraniegas. Y de esa percha tan poco frecuente se colgó el Miércoles Santo más radiante y caluroso de los últimos años, que comenzó a la hora redonda de las cuatro en la barriada Bazán cuando la característica cruz de guía dorada de la hermandad del Gran Poder emprendió su largo camino -ayer seguro que a los hermanos les pareció más largo que nunca- hasta el centro de la ciudad. En la calle, el público buscaba los pocos rincones que daban sombra mientras que un sol de justicia -porque desde luego es de justicia que haga este sol en Semana Santa- caía sobre la plaza de la Sagrada Familia. Los aplausos arroparon las primeras marchas procesionales -que llegaron con la agrupación San Juan de Jerez- y los primeros mecíos de la tarde mientras que la voz del paso alentaba a la cuadrilla de cargadores en sus primeras trepás... "Como los barquitos de Gallineras", decía.

Así, con esa vívida estampa que cada año depara la hermandad del Gran Poder al abrir la tarde que marca el ecuador de la Semana Santa isleña, puso rumbo una jornada que resultó pletórica y memorable. Porque además hubo motivos de sobra para ello. La Semana Santa isleña recuperó al fin una de sus estampas más características del gran Miércoles: la salida de la hermandad de la Vera Cruz desde la histórica capilla de la calle Patrona. No se veía desde el año 2007. Porque, aunque la cofradía no abandonó su sede de siempre hasta junio de 2008 para afrontar su rehabilitación, ese mismo año la lluvia obligó a suspender la salida procesional. Así que ayer hacía en realidad diez años que no se veían a los penitentes de la Vera Cruz formar en el interior de la capilla y recorrer las calles aledañas a la plazoleta con las colas sueltas. Todo un símbolo de La Isla cofrade de siempre.

La salida, además, estuvo arropada por un numeroso público, sabedor de que se trataba de un momento único: la Vera Cruz, como siempre... Las campanas, también felizmente recuperadas hace unas semanas, también tocaron a duelo a medida que el cortejo fue esparciéndose solemnemente por las calles del Cristo Viejo. Todo un reencuentro revestido de las austeras maneras que tan a gala lleva siempre esta hermandad. Y toda una lección de cómo debe ser una cofradía de silencio.

A la salida, el paso en la puerta de la remozada capilla tuvo que aguardar a que un servidor de librea, con envidiable paciencia y parsimonia, subiera al paso de misterio para colocar la corona a la imagen de Nuestra Señora del Mayor Dolor, la diadema del San Juan, la parte superior de la cruz y la tablilla del INRI, con las que el misterio no sale para salvar las reducidas dimensiones de la puerta de la capilla. Una curiosa escena que supo hacerse sin que en ningún momento perdiera solemnidad. Una vez que todo estaba en su sitio, el paso, un año más sin el acompañamiento musical de antaño, enfiló su camino hacia la Iglesia Mayor para realizar su estación de penitencia antes de entrar en Carrera Oficial, a la que llegó con algunos minutos de retraso porque empleó más tiempo del previsto en el interior del templo. No fue extraño. El obispo diocesano, Rafael Zornoza, quiso ayer acompañar a las hermandades del Miércoles Santo y estuvo con las tres del día en el interior de la Iglesia Mayor, en torno a la que giró prácticamente toda la jornada. También, evidentemente, compartió ese momento especial de la Vera Cruz -y de esta jornada cofrade- en el que el cortejo íntegro hace su entrada en el templo.

Antes, el obispo había estado con los hermanos del Gran Poder, que hicieron en este templo -una representación de su junta de gobierno- su estación de penitencia. Y había acompañado también a los hermanos de la Orden Seglar de los Siervos de María (Servitas) en los prolegómenos de una salida en la que predominan también las austeras maneras y en la que se hace voto de silencio antes de echarse a la calle. Ayer, de hecho, los Servitas, con el característico templete en el que procesiona la Virgen de los Dolores, fueron los primeros en recorrer el centro de La Isla y en pasar por la Carrera Oficial, que como siempre abrió el característico sonido del muñidor que precedía con su campana al Cristo de la Buena Muerte, portado a hombros por los hermanos. La hermandad proyecta ahora recuperar las parihuelas con las imágenes del San Juan y de La Magdalena que dejaron de procesionar hace una década. Sería otra de las cosas del Miércoles que vuelven a su sitio.

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