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San Fernando

Del gris al azul más cofrade

  • Las primeras hermandades de la Semana Santa isleña -Borriquita, Humildad y Paciencia y Columna- afrontaron ayer sus salidas procesionales en una jornada que se vivió bajo la amenaza de la lluvia

No parecía el Domingo de Ramos que se anhelaba. La mañana fue tan gris y plomiza como el estado de ánimo de las hermandades del día, que dejaron pasar las horas con un nudo en la garganta mientras esperaban que llegara la hora de su salida. Otra vez. Porque ayer, más que los pesimistas partes del tiempo que desde hace días resuenan por todas partes, pesaba la tenacidad con la que la lluvia, una y otra vez, regresa a la Semana Santa sin dar tregua. Una década ya.

De cuando en cuando, la primavera recién estrenada se concedió algunos rayos de sol que se abrieron paso entre un cielo completamente encapotado para alumbrar una expectante calle Real, ansiosa de cofradías. ¿Saldán hoy? La gente -muchísima gente- hacía tiempo, paseaba ociosa con sus mejores galas a la espera de la gran tarde. Entraba en la capilla lasaliana para ver el nuevo paso de misterio de la Borriquita, se adentraba entre las naves de la Iglesia Mayor para disfrutar del siempre cuidado exorno floral del palio de las Lágrimas, se tomaba  un café en La Mallorquina, una cervecita en la plaza del Rey... Y hablaba -¡cómo no!- del tiempo, que en lo cofrade ha pasado a ocupar el número uno en el ranking de temas de conversación, seguido de la crisis de la JCC.

La ilusión que arrastra siempre el primer día de la Semana Santa cedió a la presión de los partes meteorológicos tras un aciago Sábado de Pasión en el que el rito de los preparativos se vivió pendiente de San Pedro. Dentro de los templos, la tensión de los hermanos era evidente ante los insistentes pronósticos que hablaban de lluvia. Para la tarde, para la noche, para el Lunes, para el Martes, para finales de la semana... Nervios e incertidumbre. Otra vez. Pero, aunque la probabilidad de precipitaciones se mantuvo durante toda la jornada, la tarde tenía reservada una grata sorpresa: el sol. Y ciertas garantías de que la cosa se enmendaría para luego -a la noche- volver a empeorar.

Las hermandades lo tuvieron relativamente fácil. Al llegar la tarde, el cielo había abierto. Las nubes parecían haberse marchado. Quizás habría tregua. Solo se pedía eso: una tarde normal.

Las tres optaron por salir a la calle, lo que salvó al Domingo de Ramos de un nuevo desastre cofrade. En el estado de ánimo colectivo todavía estaba reciente lo que la lluvia hizo a la Semana Santa de 2011, la peor que hasta la fecha se recuerde por culpa del agua. 

Pero la tarde del Domingo de Ramos se salvó. Pudo hacerlo. Incluso tuvo sus momentos de esplendor, acariciados por un sol de primavera. Y sus imágenes cofrades -que fueron muchas y muy buenas- para el recuerdo, para los años venideros. Como si nada hubiese pasado. Como si los pronósticos de lluvia, los partes, las reiteradas consultas a las páginas webs especializadas en meteorología hubiesen sido un sueño que se desvaneció para dejar a La Isla vivir y disfrutar de su Domingo de Ramos. ¿Un espejismo? ¿La suerte del primer día? 

Lo primero

Sea como fuere, a la hora mágica de las cuatro de la tarde -la gran hora a la que comienza la Semana Santa de San Fernando cuando expira el almanaque cofradiero que cuenta hacía atrás los días que faltan para el Domingo de ramos- la hermandad de la Borriquita consiguió que cambiara el tono de la jornada, que de gris pasara a ser azul, que de incierta, aciaga y dudosa pasara a ser esperanzadora, prometedora.

A esa hora, las tres cofradías de la jornada confiaban en que la mejoría de la tarde aguantaría lo suficiente para que el primer día de la Semana Santa se viviera con normalidad. Y las tres habían decidido afrontar con esa normalidad sus salidas procesionales. La suerte estaba echada. Y La Isla se lo agradeció. La salida de Cristo Rey fue -como suele ser siempre, como debe ser- realmente multitudinaria. La apertura de las puertas de la capilla lasaliana de la Estrella se demoró unos minutos antes de que la cruz de guía se abriera paso por la calle Real. A un lado y a otro, la gente. Y en medio, la sombra que proyectaba la cruz de guía mientras avanzaba muy despacio bajo el sol que se dejaba ver en el cielo.

Borriquita -asidua protagonista de los primeros momentos de la Semana Santa, que llena de luz y de alborozo infantil- centró ayer las miradas de los isleños con un estreno de primer orden: el nuevo paso de misterio que sustituye al antiguo de orfebrería que salió de los talleres de Angulo y que se encontraba en muy mal estado de conservación.

Ayer, el estreno solo se pudo ver en su primera fase de carpintería. Pero fue suficiente para hacerse una idea de lo prometedor que resultará el conjunto, una vez que empiece la talla. Y luego, el dorado y la policromía. El misterio de Miñarro se vio potenciado, resaltado, destacado sobre el nuevo paso de los hermanos Caballero, en el que lució más y mejor. Fue todo un acierto. Una novedad que vino a redescubrir el misterio pasional. Y el resultado -con los faldones de tela de damasco pintados por Antonio Luque- muy efectista y conseguido. Hasta los andares de su cuadrilla de hermanos parecían más elegantes a los sones de la agrupación musical Isla de León.

Casi parecía un Domingo de Ramos de los de pregón rodríguez buzoniano, un Domingo de Ramos perfecto, cuando el palio de la Estrella, ya pasadas las cinco de la tarde, avanzaba entre las marchas de la banda del Nazareno por los primeros tramos de su recorrido y se giraba ante los ancianitos de la residencia de San José. El público, a esa hora, había ido creciendo en número y la presencia de gente en la calle era notoria. ¡Qué ganas de Semana Santa! El carácter alegre de la cofradía lasaliana contagiaba a una tarde que por momentos se tornaba prometedora. Y, sobre todo, muy cofrade. Lo mejor, todavía en esos momentos, estaba por venir.

La tarde se afianzó mientras que la hermandad de la Borriquita giraba por la plaza del Rey y Las Cortes dispuesta a hacer su entrada en Carrera Oficial, prevista a las seis menos cuarto. A esa hora, los palcos de la calle Real recibieron al completo al cortejo de palmas de los niños hebreos que acompañaba al misterio lasaliano, que buscaba ya su rincón preferido: las Siete Revueltas.

Por la calle Real, las túnicas macarenas de los hermanos de Nuestro Padre Jesús Azotado a la Columna y Nuestra Señora María Santísima de las Lágrimas exhibían sus elegantes capas blancas, el terciopelo morado de sus capirotes. Los hermanos apresuraban sus pasos para llegar a tiempo a la Iglesia Mayor. Humildad y Paciencia había iniciado su larguísima estación de penitencia desde el barrio de La Ardila y se encaminaba presurosa hacia el centro de San Fernando. La tarde alcanzaba su plenitud y el Domingo de Ramos parecía un Domingo de Ramos.     

       

La tarde, en plenitud

Minutos antes de la seis y media de la tarde, el misterio de la Borriquita abandonaba la Carrerera Oficial y la cruz de guía de la hermandad de Columna -nueva, por cierto, uno de los estrenos de la tarde- pisaba la rampa de la Iglesia Mayor parroquial. Las campanas del templo repicaban y la jornada del Domingo de Ramos se ajustaba a su dinámica habitual, al pulso de la ciudad cofrade. A lo largo de la calle Real llegaban a coincidir las dos hermandades por por unos momentos. Humildad todavía andaba de camino.

La tarde estaba entonces en tod su apogeo cofradiero y la presencia de público en las calles era realmente multitudinaria. Por el centro, la gente tenía dificultades para moverse y cruzar de un extremo a otro. Pero las nubes, a esa hora,  habían vuelto a hacer acto de presencia y el cielo a ratos se tornaba amenazador. Otra vez. La preocupación regresaba ante el cielo encapotado, pero las hermandades seguían adelante con su itinerario previsto y con el corazón en un puño.

La salida de la hermandad de Columna, la más antigua de la jornada, es otro de los momentos álgidos de la jornada del Domingo de Ramos que ayer, de nuevo, revivió La Isla a pesar de los inciertos pronósticos y de la tensión con la que se vivió toda la tarde a causa de la amenaza de lluvia.

Las nuevas túnicas de los hermanos desprenden el señorío propio de la hermandad, reinventan el cortejo de la popular cofradía del Domingo de Ramos mientras sus hermanos de terciopelo morado avanzan por unos palcos completamente llenos. Da gusto ver a la hermandad por la calle. Es la segunda cofradía del día que procesionaba por el centro aunque la última de la tarde en salir del templo. La hermandad entró pronto en la Carrera Oficial, apenas unos metros después del palio de la Estrella. El misterio de Vicente Tena -clásica estampa del Domingo de Ramos- regaló uno de esos momentos especiales de la primera tarde de la Semana Santa al entregarse a una plaza de la Iglesia completamente llena de gente entre mecíos de su cuadrilla y marchas de la agrupación Virgen de las Lágrimas, que ayer también contó con su sección juvenil abriendo carrera delante de la cruz de guía de Columna. Apenas faltaban unos minutos para las siete de la tarde.

Lució también el conjunto de Nuestro Padre Jesús Azotado y Flagelado a la Columna sobre el paso de Manuel Casana que en los años 40 adquiriera la hermandad del Domingo de Ramos tras la restauración a la que ha sido sometido durante la pasada Cuaresma -unos trabajos que han estado coordinados por el isleño Juan Carlos García Díaz- y que han contemplado también la ejecución una nueva mesa de madera para las andas procesionales.

La calle Real estaba en esos momentos en plena efervescencia. A las siete y cuarto, el palio de la Virgen de las Lágrimas -toda una seña de identidad de la jornada y su auténtico broche mariano- enfiló la puerta de la Iglesia Mayor Parroquial mientras la Banda de Música Municipal interpretaba su primera marcha de la tarde.

Y Humildad y Paciencia, entretanto, apuraba metros de su extenso recorrido para acercarse al corazón de La Isla. Hora y media antes -arropado por su gente, la gente del barrio- había salido de la parroquia de San Servando y San Germán para cumplir una tradición que lleva ya 25 años: la de llevar al Cristo hasta el centro mismo de San Fernando.

Llega la noche

Humildad, aunque fue la segunda en salir a la calle en la tarde del Domingo de Ramos, fue la encargada de completar la jornada cuando por fin alcanzó el centro de la ciudad desde la calle Colegio Naval Sacramento. Los minutos de la tarde resultaban cada vez más intensos. La cofradía volvió a desplegar su encanto personal, su estilo y sus maneras de barrio mientras apuraba tramos de su recorrido al ritmo ágil de la cuadrilla de la JCC que se encargó de portar a sus titulares. Es uno de esos cortejos que gusta verlos avanzar, ganar terreno en su itinerario procesional. Y sin deslucir mecíos ni desperdiciar oportunidades para recrearse delante del público. Alegre el misterio que procesiona al compás de su agrupación musical y único -realmente excepcional- el palio de la Virgen de las Penas a la que acompañan las imágenes de San Juan y de María Magdalena, el único de estas características -todo un guiño al romanticismo cofradiero- que procesiona en la ciudad.

Pero este Domingo de Ramos singular y algo extraño, aunque aparentemente normal, que La Isla vivió ayer no estuvo realmente entero hasta que la hermandad de La Ardila -que el año pasado celebró su 25 cumpleaños, un cuarto de siglo ya- llegó al centro y buscó la entrada por la Carrera Oficial desde la calle de Las Cortes y por la plaza de la Iglesia. Antes, claro está, tuvo que dejar que pasara por allí la hermandad de Columna y el palio de las Lágrimas.

Humildad fue la última en pasar ayer por los palcos de la calle Real. Entró a las nueve. Y cuando lo hizo se convirtió en el nexo de unión entre la primera tarde de procesiones en la calle y una noche incierta para la que de nuevo habían avanzado pronósticos de lluvia.

Los horarios previstos para la jornada se cumplieron con normalidad en la Carrera Oficial cuando esta cofradía pasó en la primera noche de la Semana Santa. La hermandad buscaba ya entonces sus momentos preferidos, su regreso al barrio, la calle Manuel de Arriaga, San Juan de la Cruz...  Todo resultaba prometedor. Y Borriquita, la primera hermandad de la Semana Santa, se disponía a afrontar ya su recogida. Había conseguido cumplir el recorrido completo. El Viernes de Dolores o el Sábado de Pasión no lo hubiese apostado.

La noche del Domingo de Ramos llegó con los primeros cirios encendidos -los primeros que se vieron por el centro fueron los de la hermandad de Humildad y Paciencia- y estuvo también arropada por un numeroso público que se repartió entre las tres hermandades de la jornada. Cuando la cruz de guía de La Ardila salió de Carrera Oficial, el misterio de la Borriquita, a tan solo unos metros, llegaba a la capilla de La Salle. El círculo del Domingo de Ramos se cerraba.

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