Flamenco

La primera aportación documental del centenario

  • La vida y obra de Manolo Caracol aparecen reunidas en un interesante y curioso disco-libro. Al volumen lo acompañan dos cedés con grabaciones poco conocidas

La celebración del centenario del nacimiento de Manolo Caracol va aportando ya sus primeros frutos documentales. El más llamativo, sin duda, es el libro-CD que fue presentado durante el pasado congreso Caracol, un cantaor de leyenda, celebrado en Sevilla los pasados días 6, 7 y 8 de mayo. Precisamente, de ese congreso hay que esperar la publicación de sus actas, pues la nómina de conferenciantes que se congregaron en él, todos conocedores tanto del arte como de la persona del cantaor, hacen que sea de mucho interés que quede constancia escrita de sus aportaciones. Hay que recordar que, por el citado congreso, pasaron escritores y flamencólogos de la talla de Manuel Ríos Ruiz, José Blas Vega, Antonio Murciano, Félix Grande o José María Velázquez-Gaztelu, además de los profesores Catalina León Benítez y Rafael Utrera Macías. Pero, mientras ello ocurre, no cabe duda de que el citado disco-libro se presenta como un interesante y, sobre todo, curioso documento por las razones que a continuación se exponen.

El planteamiento de la obra es biográfico y, para ese propósito, toma como hilo conductor una larga entrevista con el cantaor realizada por el periodista Marino Gómez-Santos y publicada por entregas en el diario Pueblo durante cuatro días consecutivos de los meses de enero y febrero de 1962. La reproducción de la extensa entrevista, en la que el cantaor recorre su trayectoria profesional, se encuentra dispuesta de una forma más que curiosa: salteada en veinte distintas páginas del libro (de la 9 a la 55 de las 76 que lo componen), un hecho que provoca que su lectura resulte, cuanto menos, azarosa. La razón de tal ordenación tiene, no obstante, su lógica, pues esa trayectoria biográfica y artística va a irse viendo jalonada por un sinfín de documentos y apéndices que la van ilustrando. Vamos, que aunque la atención se disperse y para leer la entrevista haya que hacer lo mismo que con Rayuela de Cortázar (consultar una guía de lectura), no cabe duda de que el aficionado se va encontrando una larga serie documentos, en su mayoría inéditos, que vienen a constituir todo un paraíso del coleccionista, y más si este es fetichista. No en vano, para su composición se han usado imágenes procedentes de hasta cinco acreditados archivos que no detallamos por aquello de la extensión.

Desde su partida de nacimiento o la de bautismo hasta la noticia en prensa de su muerte en accidente de tráfico el 24 de febrero de 1973, más los ecos de la inauguración de su monumento en 1991, entre esas setenta y pico de páginas uno puede encontrar de todo: muchas fotografías, pero también un apéndice con la enumeración de toda su discografía, más artículos de prensa y una buena cantidad de carteles cuyo examen evocan otros tiempos del flamenco. Un solo ejemplo, aquel que anunciaba la reapertura de su tablao Los Canasteros con una relación de figuras de impresión: Gabriela Ortega encabezando el cartel, La Perla, María Vargas o Gaspar de Utrera entre los cantaores, y Melchor de Marchena o Paco Cepero entre los tocaores.

La entrega se completa con dos Cd's que, sin dudar, van a hacer las delicias de los muchos caracoleros que en el mundo son, pues su contenido se compone de grabaciones muy poco conocidas o directamente inéditas. Así, por ejemplo, la serie se abre con el primer fandango que Caracol grabó en el año 1930, y se cierra con el último de ellos, registrado en 1972. Entre uno y otro, más de dos docenas de cantes bien ilustrativos de la grandeza cantaora de Manuel Ortega Juárez. El disco primero se dedica a su primera etapa, cuando era conocido como Niño Caracol, con acompañamientos a la guitarra de Manolo Badajoz y Niño Ricardo; mientras el segundo recoge dos valiosos documentos: una grabación realizada en su tablao Los Canasteros en 1964, y su actuación en el XV Potaje de Utrera de 1971 que le rendía homenaje. Luce, en estas dos últimas tandas, la guitarra de Melchor de Marchena.

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