Contagiarse de Zahara no es complicado, intoxicarse bastante más difícil. Zahara no llega a saturar porque se inventa y reinventa. Mucho ha llovido desde aquel 913, repleto de vivencias personales y de un sonido inocente y fresco desde el que construyó, en buena parte, la base de lo que después daría de sí la carrera de la joven nacida en Úbeda. Con temas de ese 913 llegó al café teatro Pay Pay hace unos años para conquistar su Concurso de Cantautores. Ha vuelto en diferentes ocasiones y la hemos visto avanzar y crecer en cada una de sus etapas. Zahara la cantautora, Zahara eléctrica, Zahara pop. Todas y cada una de ellas es Zahara, la misma y diferente a la vez. Sorprendente, camaleónica. Zahara de morena. Zahara de rubia. Pero con tres condiciones invariables en el tiempo, en el espacio. Una técnica vocal envidiable, una interpretación emocionante y una manera de componer conmovedora, que no huye del dolor ni de la rabia pero que supura una trágica elegancia.
Esta noche Zahara regresa a las tablas del establecimiento de la calle del Pópulo con La pareja tóxica, una nueva vuelta de tuerca a su carrera. A las once de la noche, con un precio de entrada de 10 euros con consumición mínima.
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