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Cultura

La evolución del imaginario "caballeresco" en la sala Rivadavia

  • Manuel Caballero exhibe las 26 piezas que donó a Diputación en 2014 Contiene lo más representativo de su carrera

En 1973 Manuel Caballero creó La ídola, una de las primeras piezas que marcó los inicios de su carrera artística y en la que representaba una escultura primitiva devastada por el paso de los años. Con el tiempo su obra fue asentándose en el mundo caballeresco, dotándose de un lenguaje propio cuya evolución puede verse en la Sala Rivadavia. El espacio reúne la colección de 26 piezas que el pintor, crítico y comisario de arte gaditano donó a Diputación Provincial de Cádiz en junio de 2014.

Ahora los espectadores son testigos de aquel generoso acto cuyo muestrario ofrece "lo más representativo de mi obra, con las directrices que han formado mi quehacer artístico", explica durante el recorrido que hace junto a Diario de Cádiz. El fuerte simbolismo que desprende cada una de sus piezas, la metafísica, el mito de la Atlántida, el mundo animal o la influencia de la pintura barroca del siglo XVII son algunas de las constantes que ha marcado su devenir artístico. Desde aquellas primeras obras realizadas desde el prisma del arte pop de su juventud como su serie colorida serie Calvario, hasta Las últimas piedras que realizó en 2012, con la que Manuel Caballero se ha reencontrado de nuevo a la inspiradora Atlántida.

La leyenda de aquel azaroso hundimiento bajo el mar de la isla ubicada frente a Cádiz integra buena parte de esta retrospectiva. "En esta serie no intento traducir lo descrito en la literatura, sino aquel mundo catastrófico, dramático que en una sola noche acabó con la isla y su imperio", explica ante algunas de estas piezas. Entre ellas figura El día siguiente (2000), donde se muestra al espectador en la orilla de una Atlántida devastada con Cádiz al frente y con la influencia de Chirico como trasfondo. Así, Las musas inquietantes del pintor griego se integran ya arrasadas en algunas de sus piezas.

La Atlántida también protagonizan pinturas con representaciones de animales, "muy importantes también en mi obra". Destacan entre ellas Fábula atlántica o La inconstante fortuna, en la que se observa un cuadro, de un cuadro que, a su vez, presenta otro cuadro. El de fondo, con la fortuna contenida en la popa de una barquilla a la deriva frente a Atlántida, le sucede otro donde un perro ofrece una lectura plástica y simbólica.

Previamente al inicio del milenio, en los 90 fue cuando Caballero alcanzó su clímax artístico, atesorando entre sus creaciones alusiones a la liturgia egipcia. Puede verse en obrad como Imagitatus, donde "la unión de los contrarios empieza a aparecer" en su obra.

Las influencias barrocas salpican su cuadro El invierno (1998), con un peculiar bodegón presidido por el dios Jano, el que abre y cierra el año, donde sus elementos, algunos muy de la tierra como los erizos, desprenden la luz propia de aquellos claroscuros.

Pero en este recorrido destaca el particular homenaje de Manuel Caballero a su padre con su obra Puñal malayo junto a la Biblia, "pues mi padre coleccionaba armas y libros. Es mi homenaje". Una significativa pieza que ahora queda en manos de una de las colecciones de la ciudad, para así "redundar en el común beneficio de todos". El de aquel que quiera nutrirse de Manuel Caballero en esencia, de principio a la actualidad.

'los días y los trabajos'

Manuel Caballero Sala Rivadavia, Puede verse hasta el 15 de julio.

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