Panegírico En la muerte de Adriano González León

Con mi botella y mi sombra

  • Adriano González León falleció de un infarto el pasado 12 de enero en Caracas · El escritor venezolano fue el encargado de inaugurar la colección Calembé con el libro 'Crónicas del rayo y de la lluvia'

Lo dijo Ángel González -el otro desaparecido de estos días- en uno de sus poemas: Yo sé que existo/ porque tú me imaginas./ (ý) Pero si tú me olvidas/ quedaré muerto sin que nadie/ lo sepa. La inesperada desaparición del escritor Adriano González León (Valera, Estado Trujillo en los Andes venezolanos, 1931), una de las más productivas y distinguidas figuras de las letras venezolanas, me ha traído estos versos a la memoria y, con ellos, el poder que la muerte tiene de atraer, como un imán, los recuerdos en que se compendia la vida del que acaba de elegir.

Conocimos, Alejandro Luque y yo, a Adriano en El Escorial en julio de 1994, cuando acababa de editar su novela Viejo, un libro que recibió elogios incluso de Gabriel García Márquez, que dijo que era "la novela que yo hubiera querido escribir". Compartimos con él momentos inolvidables: lúcidos al llegar el día -el sabor de la verdadera sabiduría, la que nace de la inteligencia y la bondad conjugadas- y absolutamente ebrios por la noche.

Nos lo encontrábamos, en meditación y recogimiento, en el bar del hotel y nos recibía con el corazón abierto: "Estoy aquí bebiéndome un trago en vuestro honor. Todos los tragos desde los mesopotámicos son en honor de los poetas. De los poetas como vosotros, que domestican las constelaciones y las meten en una copa. Y se la beben solitarios, para mayor riqueza de la imaginación. Recuerdo que Omar Khayam decía "Voy por el camino con mi botella y mi sombra. Afortunadamente mi sombra no bebe". Luego supimos que era el autor de País Portátil, premio Biblioteca Breve 1968, cuya concesión le convirtió en uno de los autores más importantes del boom latinoamericano.

Erudito de palabra fácil, prosista selecto, auténtico activista cultural y apasionado de la tarea que se había impuesto, el nombre de Adriano González León se proyectó por toda América gracias a esa narración cruda y vertiginosa de doce horas en la vida y la memoria de Andrés Barazarte, un joven que, al igual que Adriano, llegó a Caracas desde los Andes.

De todo ello, con un particular sentido del humor, fue dándonos puntual cuenta, en aquellas veladas que se alargaban hasta la madrugada y sin las cuales, estaba convencido, la vida sería inconcebible. "Costumbre antigua, robustecida con los años..." recordaba a Luis Buñuel. Y por más que bebiese el fulgor de los destellos etílicos nunca ocultó del todo esa extraña movilidad de sus concepciones y esa fijeza en sus argumentos más sorprendentes. En cierta manera, Alejandro y yo somos herederos de su espíritu y de sus recuerdos.

Adriano González León vivió la mayor parte de su vida en Caracas, desde que comenzó a estudiar Derecho en la Universidad Central de Venezuela. Ser abogado, sin embargo, no le impidió desarrollar una constante y fructífera carrera literaria. Tampoco le impidió ejercer algunos cargos diplomáticos como el de Primer Secretario en la República Argentina y de Agregado Cultural de Venezuela en España.

Siendo precisamente Agregado Cultural de Venezuela en España inauguró la colección Calembé del Ayuntamiento de Cádiz con su libro Crónicas del rayo y de la lluvia. Una colección de textos animados por el propósito de convertir noticias sorprendentes en poesía, como la del cumpleaños del cometa Halley o la del hombre que se dejó morir de amor en un banco.

No se sabe si de mucha tristeza o de temor durante largo tiempo, el caso es que hace unos días el bueno de González León se dejó morir en la barra de alguno de los restaurantes que frecuentaba en el este de la capital venelozana. Ya se sabe que Hades no desestima lugares en los cuales llevar a cabo su rapto, pero, en este caso, su acierto venía señalado. Seguro que Adriano había firmado ese sitio y ese modo de "perderse en las sombras del fondo" si de combatir la melancolía se trataba.

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