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Cultura

Tragedias de gente corriente

  • José Pettenghi rescata en un libro la memoria de los gobernadores civiles de Cádiz durante la Segunda República · Quince historias olvidadas que hablan de cárcel, de fusilamientos y de exilio

El último gobernador civil de la Segunda República en Cádiz fue Mariano Zapico. En julio de 1936 fue encarcelado, lo juzgaron y el 8 de agosto fue fusilado. ¿Su delito? Auxilio a la rebelión. ¿Contra quién se rebeló? Contra nadie: lo que hizo fue defender a la República de los rebeldes y negarse a secundarlos. ¿Entonces? Entonces ocurrió que los sublevados le dieron la vuelta a la verdad desde el principio y acusaron de rebeldía a quienes se negaban a rebelarse contra la República. El 28 de julio, cuando le tomaron declaración, Zapico se lo dijo a la cara al juez militar. Le dijo que en absoluto él se había rebelado, que si él hubiese cometido ese delito "hubiera merecido el desprecio de las personas de honor". Lo pusieron delante de un paredón y le pegaron unos tiros.

Zapico es "la dignidad", dice José Pettenghi, que rememora esa historia en el libro que hoy presenta en la capital gaditana: un libro que rescata la peripecia vital de quince hombres que pasaron por Cádiz entre abril de 1931 y julio de 1936, que representaron en la provincia a los sucesivos Gobiernos republicanos. "Cada historia es una película", anota el autor de Detrás del silencio, que ha rastreado la vida de esos hombres y se ha topado con dramáticas historias de fusilamientos, cárcel y exilio. "Era gente muy corriente y aún así cayó sobre ellos la represión franquista con toda su saña", evoca Pettengui al repasar el destino de los quince biografiados: siete fusilados, tres exiliados, un fallecido en la cárcel, un condenado a muerte que vio conmutada la pena y, lejos de cualquiera de esos caminos, uno que se pasó al Ejército franquista.

Fue precisamente una casual mención a este último la chispa que hizo saltar la mecha que condujo al libro. Pettenghi explica que supo durante una conversación que el padre del cineasta Jaime de Armiñán había sido gobernador civil de Cádiz en la República. Se preguntó qué habría sido de él tras el golpe militar del 18 de julio, cómo vivió la guerra civil, qué le deparó la derrota de los republicanos y la larga dictadura que vino después. Preguntó y se topó con una primera sorpresa: la documentación del Gobierno Civil de Cádiz de la época de la República había sido destruida, le informó Manuel Ravina, el director del Archivo Histórico Provincial.

La noticia no sólo no frenó las ganas de saber sino que las estimuló. Pettenghi consiguió una primera e incompleta lista de gobernadores en Diputación. Y siguió buscando. Y al poco ya se dijo que ahí le esperaban "quince funcionarios de segunda fila que habían gobernado una provincia de segunda fila", que esos hombres habían encontrado un autor que iba a contar su historia primero silenciada y después olvidada.

Algo de documentación hallada en el Archivo General de la Administración, poca, datos encontrados en páginas de Internet y la consulta de la Prensa de la época, mucho periódico, mucho Diario de Cádiz, sentaron las bases del libro. Pettenghi se vio así ante las vicisitudes del asturiano Mariano Zapico, con ese trágico final de un militar que respondía con dignidad y autoridad moral a sus verdugos cuando ellos torcían la ley hasta el absurdo y pretendían que comulgase con ruedas de molino. Y también se vio ante la peripecia vital de Manuel Fernández Gordillo, el primero de los quince que ocupó el cargo, apenas durante cuatro jornadas del republicano abril de 1931.

Fernández Gordillo era "un juez y un poeta", explica Pettenghi en una charla en la biblioteca de Diario de Cádiz, rodeado de los ejemplares que hablan de las idas y venidas de los gobernadores a la ciudad.

"En la guerra, Fernández Gordillo siguió al Gobierno republicano, de Madrid a Valencia, a Barcelona... En esa ciudad lo detuvieron al final de la guerra, lo encarcelaron y murió en la prisión. La suya es una historia de fidelidad republicana".

Corto fue también el período en el cargo de Pedro del Pozo, que llegó a Cádiz en diciembre de 1932 y un mes después tuvo que lidiar (y no supo) con los Sucesos de Casas Viejas, la matanza de vecinos de ese pueblo que cambió el rumbo de la Segunda República, el crimen que provocó la caída del Gobierno de Manuel Azaña y las elecciones que ganó la derecha.

Del Pozo, ingeniero de montes, murió exiliado en Colombia en 1946, muchos años antes que el único de los quince gobernadores que se pasó al otro lado: el periodista Luis de Armiñán Odriozola.

Armiñán, del Partido Radical de Lerroux, falleció en Madrid en 1987. Cuenta Pettenghi que cuando llegó a Cádiz enseguida se dio cuenta de dónde estaba el poder. De modo que pasó de los radicales y entabló relación con el marqués de Villapesadilla.

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