Cultura

Sanlúcar universal

Intérpretes: Manolo Sanlúcar y Orquesta Internacional del Festival. Programa I: Juan Rodríguez Romero: Concierto para piano y orquesta RoWv4 Piano: Óscar Martín. Programa I: Manolo Sanlúcar: Medea, concierto para dos guitarras y orquesta. Guitarras: Manolo Sanlúcar y David Carmona. Lugar: Auditorio de La Merced, Sanlúcar de Barrameda. Día: 5 de agosto. Asistencia: Lleno..

Es difícil pedirle más a un programa de un Festival que, como el de A orillas del Guadalquivir, con treinta años de andadura, vive dentro del habitual verano saluqueño, donde gentes de todos los confines, se inspiran en la tradición de la manzanilla y los langostinos, mientras los caballos vuelan sobre la húmeda y compacta orilla de la universal playa-desembocadura del Guadalquivir. Pero lo cierto es que el jueves pasado el Festival, y su director Juan Rodríguez Romero, se superaron a sí mismos, dando una pirueta cuasi mortal de sentimientos y emoción en este agosto sanluqueño, apostando por un programa hecho en Sanlúcar. Es decir, la cultura del sur hecha Universo.

Juan Rodríguez Romero, Director Artístico del Festival, y Director titular de la Orquesta Musiziergemeinschft del Mozarteum de Salzburgo, dirigió en la primera parte su Concierto para piano y orquesta, compuesto en 1974. La obra, en tres movimientos, con influencias de Béla Bartók, recurre a técnicas compositivas relativamente nuevas, basándose en la utilización de dos tonos superpuestos, que a modo de clúster inicial, se va desarrollando, como las ondas de un estanque al tirar una piedra, que se expanden hasta regresar al centro de nuevo, procedentes de otro foco de emisión. La recurrencia a las cuatro notas Re-Mi-Re bemol-Mi bemol, son la característica de este concierto, que no renuncia al ritmo, a la armonía, ni a la melodía, y necesita de un excelente pianista solista, como fue el caso anoche, donde el sevillano Óscar Martín Castro, supo expresar el sentimiento contenido en la obra de manera excelente.

El plato fuerte de la noche, y también de la XXX edición del Festival, fue el concierto para dos guitarras y orquesta Medea, de Manolo Sanlúcar. La expectación era grande entre el público. Ni un hueco libre en el auditorio de la Merced. La Medea de Manolo Sanlúcar, originariamente escrita en 1984 para el Ballet Nacional de España, se basó en la tragedia griega de Eurípides, para describir lo andaluz, en una visión de Miguel Narros. Hoy día, responde a los criterios de una suite para danza, aunque bajo la forma de concierto para dos guitarras y orquesta, en trece movimientos que reflejan las melodías originarias del encargo para el Ballet Nacional. El resultado es de una belleza extraordinaria, llegando al público desde la primera nota.

Manolo Sanlúcar, a sus 67 años, es introversión, espiritualidad pura, sentimiento y nervios contenidos. Resortes de acero que cuando llegan a sus dedos se transforman en puro sentimiento y arte. Entre su espíritu y sus manos, todo un laberinto de conocimientos, experiencias, reflexiones, identidad y cultura convertidos en un lenguaje audible en el mundo entero, sin necesidad de traducciones simultáneas ni intérpretes, cuando su guitarra habla del mundo andaluz.

Manolo Sanlúcar, el jueves pasado en La Merced fue tripulante de un barco, de una orquesta que navegó buscando el puerto seguro, un faro de bonanza, entre la tormenta de pasiones de Medea, y la tempestad de traiciones y hechizos que la nave consigue sortear entre arrufos y quebrantos de una guitarra. Manolo, compañero y contramaestre de la nave, se siente arropado por treinta galeotes que, al gobierno de cada instrumento, y remando al unísono bajo la orden comprensiva del patrón Juan Rodríguez Romero, no cejan en el empeño de poner la proa hacia la verdad de una música que cada día se autoafirma como la verdad del sentimiento, como la identidad de lo que el Sur significa cuando trasciende del pensamiento a la partitura y de la partitura al entendimiento. Hay un momento del concierto, en el que el guitarrista no encuentra cómo poner más sentimiento, más dramatismo, más emotividad, y mira a los músicos, trata de hablarles, busca la mirada cómplice del primer violonchelista, sus resortes están a punto de saltar todos los sistemas de seguridad…y en ese momento el patrón de la nave, Juan Rodríguez le tiende la mano. Manolo la acaricia. Sonríe. Se me vienen a la cabeza las imágenes almacenadas en mi mente de los frescos de la Capilla Sixtina, de esas dos manos que se tocan…La magia vuelve de nuevo. El hechizo, deshecho por los aplausos de un público, que puesto en pié ovaciona al músico…y a la persona. Manolo Sanlúcar se reencuentra con su pueblo, y al acabar asegura, micro en mano, que nunca olvidará este concierto, que ha sido verdaderamente especial para él, como lo es también su Sanlúcar. Los rezos que al principio del concierto hiciera al espíritu de Medea y a los dioses de la Grecia Antigua, han tenido respuesta. Realmente un concierto difícil de olvidar, y para mí, tal vez uno de los conciertos que he vivido con más emotividad. Palabra de oráculo.

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