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Cultura

La plaza de Sanlúcar enloquece con Padilla, Morante y El Cid

  • Festejo triunfal en el que la terna le corta nueve orejas y un rabo a un encierro de Santiago Domecq Bohórquez en el que destacaron los toros primero y sexto

Ganadería. Seis toros de Santiago Domecq Bohórquez, correctos de presentación y de distinto juego, entre primero y sexto, los mejores, aplaudidos en el arrastre y el complicado quinto. En conjunto propiciaron el corte de orejas. TOREROS: Juan José Padilla, de grana y oro, estocada (DOS OREJAS) y estocada (DOS OREJAS). Morante de la Puebla, de marino y oro, estocada corta y descabello (SILENCIO) y media trasera (DOS OREJAS). El Cid, de rosa muy pálido y azabache, estocada desprendida (OREJA) y estocada (DOS OREJAS Y RABO). Incidencias. Tres cuartos de plaza en tarde de calor.

Tarde triunfal en la plaza del Pino con los tres toreros a hombros y una pila de orejas, con tres conceptos del toreo y un público que ha disfrutado a tope y ha llenado en un ochenta por ciento el coso.

Y esto ya es de por sí una buena noticia porque parece que Carmelo y Caba le están cogiendo el pulso a esta plaza y hasta, en tiempos de crisis, han apostado por recuperar esta fecha para Sanlúcar.

Dicho esto y antes de entrar en los méritos de los toreros y relacionado con ello, el público sanluqueño, fácil, festivo y con ganas de diversión la ha encontrado en tres líneas o conceptos del torero muy diferentes: un Padilla lo que se dice afanoso, echando una peoná importante; un Morante que con el peor lote, si bien en el primero hubo quien se enfadó en el tendido por su aparente desinterés con un toro a contraestilo, sí que estuvo voluntarioso con el complicado quinto, haciendo a la gente enloquecer en cuanto pudo templar la encastada embestida de su segundo; y un Cid pletórico, en su mejor momento, que aunque en su primero resolvió con corrección, en el sexto, el otro gran toro de la corrida, cuajó una faena de muchos quilates -de escenificación, técnica y belleza- que provocó la explosión por bulerías de la plaza de Sanlúcar en cuando remató una serie de redondos extenuando la embestida, ralentizados y de la más elegante ortodoxia.

Juan José Padilla acometió este festejo con muchas ganas, como sanluqueño de adopción que lleva tiempo sin presentarse en esta plaza. Con esta empresa ha vuelto y brindó su primero al público con muchas muestras de afecto y su segundo a la alcaldesa. Fue fiel a su apelativo de ciclón, trabajando una enormidad y queriendo agradar en todos los tercios. En banderillas puso al público a batir palmas en sus dos tercios y con la muleta, si en el primero toreó despacio, muy quieto y con mando, ante su segundo se metió al público en el bolsillo con su expuesto toreo de rodillas, desplantes y alardes. Regreso y triunfo rotundo y dos toros bien matados y sin puntilla.

De Morante lo dicho, su primero fue un toro impetuoso, que no humillaba, metía las manos por delante y cabeceaba en los remates. Macheteo y a huir. Tampoco fue muy potable su segundo, que frente al anterior que recibió castigo en varas, quedó con genio y raza en la muleta, moviéndose. Eso le dio más emotividad y transmisión a los intermitentes y templados muletazos que le pudo recetar Morante y que entusiasmaron al público. Y es que es amanera de embarcar y llevar, con ese aliño estético que le sale con naturalidad al de la Puebla, cobra mucho relieve.

Y El Cid. Sobresaliente en el sentido menos taurino de la palabra: una oreja en su primero y dos y rabo en su segundo. Su primero fue menos claro, proboncito y hasta amagando con rajarse, pero su segundo fue un toro bueno con el que pudo desplegar sus mejores armas. Armas que hay que gobernar con inteligencia torera porque no le hizo falta una faena larga sin torear con virtuosismo por los dos pitones y rematar con ayudados y desplantes, rayando en la excelencia.

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