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Cultura

Jerez se quita el sombrero con El Barrio

  • El artista gaditano arrasa en sus dos conciertos en el Palacio de los Deportes de la ciudad a pesar de su gripe y una acústica insufrible

Que el concierto de José Luis Figuereo (El Barrio) pillara entre los dos días más fríos de todo el invierno no impidió que las inmediaciones del Palacio de los Deportes de Chapín se convirtiera desde primera hora del viernes en un auténtico camping. Decenas de personas que aguantaron estoicamente el temporal con un único fin: disfrutar lo más cerca de su ídolo. La previsión era fantástica, sobre todo para el artista, ya que desde hace meses las dos citas colgaron el letrero de 'vendido'. Un total de 9.000 entradas (4.500 cada día) en una horquilla de precios entre los 30 y los 150 euros. Algunos de estos tiques traían 'de regalo' un sombrero negro, seña de identidad del cantautor gaditano desde que comenzó sus andadas en el terreno musical allá por 1994.

Todo el frío pasado en las largas esperas se volvía pasión y fervor barriero una vez dentro del recinto, ya que los asistentes no tardaron en animarse entre cervezas, palmas de bulería y, los más osados, cigarrillos. Otro cantar era el foso, debido al biruji que provenía de una entrada que hacía las veces de canalizador de aire, por lo que el equipo de realización -al final de la pista- parecía sacado de la estación de esquí de Sierra Nevada. Este efecto hacía gala al nombre de la gira, Hijo del Levante.

Tocaban las diez en punto cuando las palmas en anticipo de los asistentes hacían efecto y el Palacio de los Deportes se quedaba a oscuras para recibir al batería de la banda, que se marcó un estupendo solo entre efectos de luces. En este momento ya se puso de manifiesto el principal problema que iba a acompañar al público toda la noche: el sonido. Una queja histórica en todos los conciertos realizados en este recinto. Quizás porque además el palacio se redujo a la mitad por motivos de seguridad (en relación a las salidas de emergencia), el efecto ensordecedor se hizo notar con más severidad esta ocasión, llegando a momentos de verdadera incomodidad.

Tras una pequeña presentación de cada instrumento llegó el momento en que El Barrio, José Luis o Selu (como le llegaron a vitorear en varias ocasiones) pisó el escenario mirando emocionado a un público completamente entregado. El artista, ataviado con chaqueta de terciopelo negro, camisa blanca de chorreras y un pañuelo de lunares, enamoró (¡como si le hiciera falta!) al público con una primera canción cargada de intenciones:

'He vuelto, se acabó este descansito, ahora toca caminito de guitarras y sombreros.

He vuelto, he sacado de mis recuerdos el negro de mis camisas, mis pendientes y mis vaqueros.

He vuelto, han pasao' unos tres añitos y todavía hay gilipollas que creen que me estoy muriendo'.

La pista era un espacio singular, bastaba hacer una foto solo al público para saber de qué evento se trataba, ya que quien no tenía el sombrero negro en la cabeza lo tenía en la mano vitoreando al cantautor. Durante las dos horas y media que duró el concierto hubo tiempo para presentar los temas de su nuevo trabajo, Hijo del Levante, así como de realizar un extenso repaso a su discografía anterior, redescubriendo éxitos como Pa' Madrid, Enero, Mi amor (recordando tiempos atrás con gabardina de cuero), Tu frialdad (solo a guitarra que le abandonó a mitad de la canción) o ¿Quién soy?. Una gran pantalla donde aparecían la mayoría de las letras de las canciones derribaba todas las excusas para no cantar con El Barrio.

Uno de los momentos más especiales del recital fue una parte puramente por bulerías, donde el artista desplegó sobre las tablas el arte de la tierra. Lástima que una vez más el sonido no permitiera disfrutar de este momento en su totalidad, ya que en ocasiones las letras eran indescifrables.

A pesar de que se excusó del público al comienzo del recital ("Tengo una octava de gripe", confesó), Figuereo llevó para delante el concierto sin problemas, aunque a veces decía que era "gracias al Frenadol que me acabo de tomar". Algún que otro chiste (bastante malo) y gritos emocionados como "ser andaluz es una necesidad" le hicieron conectar con un público embelesado. Cuando los relojes ya marcaban las doce y media comenzó el turno de los bises, encabezado por el himno de El Barrio y sus seguidores, Somos barrieros. Gorros al aire, palmas y vítores siguieron al artista hasta que llegó la hora de irse.

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