Les luthiers en jerez Una mítica velada

Cuarenta años no es nada

El pasado sábado, en el Palacio Municipal de Deportes de Chapín, el grupo argentino Les Luthiers presentó su espectáculo Las obras del ayer. Todo lo que concierne a este grupo es excepcional y fuera de medida: su longevidad artística, la calidad de sus creaciones, la expectación que levantan sus conciertos… A pesar de su éxito no tienen ni imitadores dignos de mención ni precedentes directos.

En la noche del sábado volvieron a demostrar que no sólo el tiempo no pasa por ellos, sino que ellos pasan por el tiempo con una envidiable lozanía sostenida en la genialidad y el trabajo.

Como indica su propio nombre, Las obras del ayer es un recopilatorio de piezas de espectáculos anteriores, desde Mastropiero que nunca hasta Un encanto con humor, abarcando un abanico temporal de casi veinte años. Teniendo esto en cuenta, llama la atención tanto la unidad estilística del espectáculo como la tersa vigencia de las piezas. Lo primero se explica por la persistencia de los mismos recursos a través de los años, que actúan así como elementos vertebradores de un estilo absolutamente reconocible. Lo segundo es la consecuencia natural de que Les Luthiers no utilice en sus composiciones referencias de actualidad, lo cual les sirve para ser actuales siempre.

Cuando los artistas argentinos apuntan con el foco de su ironía, dejan al descubierto la carpintería de la mentira, de lo falsamente serio, de lo pomposo… En dos piezas de Las obras del ayer, su objetivo fue la religión o, más bien, la superchería religiosa. En El Sendero de Warren Sánchez Marcos Mundstock nos desgrana las desventuras de un predicador, al que sólo le mueve el interés crematístico. Las intervenciones del pianista Carlos Núñez como falso testigo de las excelencias de Warren o los apuntes gestuales de Daniel Rabinovich desde la batería redondean la que en mi opinión es una de las mejores piezas de Les Luthiers. La religión "oficial" tampoco se salva de la quema: en San Ictícola de los peces Jorge Maronna parodia a un clérigo de pueblo que lleva años guiando a los pescadores a rezar al santo equivocado.

Lo bélico tiene su apartado en La balada del séptimo Regimiento. Un grupo de amilanados músicos militares tiene que cumplir una arriesgada misión encargada por un general lunático, sin más armas para ello que su música. La historia oficial, encuentra su caricatura en la célebre Cantata del Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras… en la que el reemplazante Horacio Tato Turano desempeña el papel principal que en su día representara el ex Luthier Ernesto Acher.

Una brillante colección de canciones representativas de distintos ritmos americanos convierten a esta obra en una fiesta para los oídos.

Los equívocos galantes son el tema de Quien conociera a María, amaría a María y Pepper Clemens…. En ambos la gestualidad y la mímica juegan un papel preponderante. El primero, con el soporte de una hermosa e hilarante canción de amor interpretada por Jorge Maronna y el segundo con el sostén de la poderosa voz de Marcos. He dejado para el final las dos piezas que ellos también dejaron para el final: La hora de la nostalgia y Los jóvenes de hoy en día (esta última fue él único bis que regalaron al entregado público jerezano). En ambas se trata, cómicamente, el tema del paso del tiempo y la juventud perdida, aspectos éstos que no parecen afectar a Les Luthiers.

El pasado año se cumplieron cuarenta desde la fundación del grupo pero viéndolos actuar se tiene la impresión de que si fuera físicamente posible podrían actuar cuarenta años más, o cuarenta mil. La exploración de las infinitas posibilidades del castellano como herramienta humorística, la exigencia máxima de sus composiciones musicales, la excelente técnica actoral… son las credenciales de este grupo irrepetible, para los que desde aquí pido su clonación urgente.

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