Cultura

Afición y ciencia

  • El férreo compromiso de Caballero Bonald por estudiar y revalorizar el flamenco parte de su amor incondicional por el arte jondo

 "El duende es ese cruce del dolor y el placer, la situación límite a la que llegan el que escucha y el que canta; esa compenetración produce el duende". Bien lo explica y bien lo sabe José Manuel Caballero Bonald, que tantas veces en su vida ha experimentado algo tan etéreo, tan enigmático e inextricable, como ese pellizco que provoca en las entrañas la conexión suprema entre transmisor y receptor del arte jondo. Porque hablar de Bonald y el flamenco es hablar del amor de Bonald por el flamenco. O por lo que el entiende como arte gitano y andaluz, en su afán por zanjar las polémicas gitanistas que siempre han rodeado a esta expresión tan genuinamente andaluza. Porque Bonald, antes que profundo estudioso e inquieto investigador, siempre fue gran aficionado. Amante del cante de Terremoto, Sordera, del toque de los Morao y los Parrilla, de Cepero, de los estilos de su Jerez natal, de la bulería, la soleá, la seguiriya, el martinete, de las atmósferas gitanísimas de Santiago y San Miguel.

"Con muchas horas de escucha, es un gran aficionado que ha sabido extraer del flamenco una fuente científica como un arma más para recuperar la memoria y dar las señas de un pueblo y del arte gitano andaluz", apuntaba el filósofo Francisco Gutiérrez Carbajo a propósito de la conferencia que se celebró en la fundación que lleva el nombre del novelista y poeta en su tierra natal. Fue en 2006 y aquel congreso que celebraba su 80 cumpleaños abordó la estrecha relación de Bonald con el flamenco. Una relación que viene de lejos pero que todos los especialistas concluyen que se inaugura oficialmente en la segunda mitad del pasado siglo. En los años posteriores a la publicación de la primera Antología del Arte Flamenco que dirigiera para Hispavox el guitarrista Perico el del Lunar y de Flamencología (1955), del hispano-argentino González Climent, el jerezano se enmarca en el proceso de revalorización del flamenco ante un momento de decadencia que coincide con la caída de los cafés cantante y con un primer proceso de mixtificación que hace que muchos estudiosos se afanen por llevar a cabo una encomiable labor de rescate y compilación del arte flamenco más primitivo y genuino. 

 

Probablemente, y entre sus numerosísimas aportaciones, sea ahí donde comience el legado más valioso de Bonald al flamenco.  Se pone al frente del proyecto de Archivo del Cante Flamenco (1968 y reeditado en septiembre del año pasado) y se marcha a los pueblos, a las tabernas y tabancos, a las fraguas, a los patios de las casas de vecinos a grabar en un estuche de seis discos lo que nunca antes se había grabado. Lo que luego registraría visualmente el flamencólogo Velázquez Gaztelu en la mítica seria de TVE Rito y geografía del cante flamenco, lo graba Caballero Bonald en lugares donde nunca antes había grabado nadie. Ahí quedan los ecos lejanísimos y sepias de personajes hasta ese momento desconocidos, Juan Talega, La Piriñaca, Manolito de María, Tío Borrico... "Lo que se recogió en esa antología tiene un valor histórico extraordinario porque hay voces ahí que de no haberse efectuado ese trabajo nunca hubieran estado registradas", rememora el poeta y especialista Manuel Ríos Ruiz. "Estoy orgulloso de haber grabado a esa gente entonces desconocida y que murió poco después, y de haber recogido esta expresión del flamenco doméstico, que es un puente entre el clásico y todo lo que habría de venir después", ha admitido en alguna ocasión Bonald en relación con una de sus cumbres en su impagable labor en torno al flamenco. Anteo y Luces y sombras del flamenco serían otras dos de sus obras jondas más celebradas, una en la vertiente lírica y otra en una prosa que el jerezano siempre ha desarrollado con riguroso trazo pero sin olvidarse de ese espíritu vivencial de enorme aficionado que siempre acompañó sus incursiones en la materia.

 

Conoció a prácticamente todos los mitos del flamenco y mantuvo y mantiene relación estrecha con artistas que le enseñaron bien qué es eso del duende. Infatigable, grabó dos discos para Mairena y con su amigo Sordera produjo otros cuatro, compuso Banderas de Andalucía para Mercé, y asumió otros trabajos como la adaptación de Fuenteovejuna para Gades. Textos para revistas y discos, y conferencias en torno al flamenco han mantenido vivo su compromiso todos estos años con un arte  popular que el jerezano ha ayudado a despojar de prejuicios y marginalidad, y colocar en la categoría de patrimonio universal que le corresponde.

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