POR desgracia el Carnaval tiene su medida, las magnitudes que lo definen. Por ejemplo, el Carnaval de Río de Janeiro se mide por el número de asesinatos. El Carnaval de Cádiz se mide por los kilos de basura, como podrán comprobar leyendo este periódico el lunes después del Domingo de Piñata.

En Cádiz las fiestas se miden por el número de kilos de mierda: así pasa con el Carnaval y con las barbacoas del Carranza. ¿A alguien le extraña que pillaran al Loco de la Colina echando a gusto una larga y cálida meada en el Paseo de Canalejas? Lo raro sería que hiciera semejante guarrería en el Paseo Colón de Sevilla un día de Feria de Abril. Ni se le ocurre. A parte de que el sevillano que lo vea se lo carga.

Pero esto es Cádiz y aquí llega el tal Loco de la colina, divulgador de la famosa frase de que en Cádiz hay que mamar, y todo el mundo le ríe las gracias, se retrata con él y lo que es peor: le da la mano, porque que yo sepa en Canalejas no hay ni lavabo ni jabón.

En Carnavales veremos al Loco de la Colina -príncipe de lo cutre y de lo friqui que ha cimentado todo una carrera en no pocos carnavaleros friquis y cutres- por algún callejón, casapuerta, plazoleta o jardín, pájaro en mano. Y no faltará alguno de Cádiz, que le reirá la gracia y le dirá: " ¡Me alegro de vértela picha!".