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Carnaval

El carrusel viñero renace con fuerza tras un repentino aguacero

  • Centenares de personas se concentraron anoche en La Viña para seguir el paso de las bateas · El chaparrón que cayó sobre las once interrumpió la fiesta pero no arrasó con ella

Carnaval en pequeñas dosis. Sólo eso. No hay calma tras la tempestad para estos días de fiesta gamberra en plena Cuaresma. Aquí mando yo, en esta calle mando yo, parece decir la vieja aburrida, como cachondeándose de los santos chirigoteros, que se arman de paciencia impermeable al desánimo. Ni siquiera el carrusel de la Viña, ése que las previsiones meteorológicas habían diagnosticado de secano, se libró del líquido elemento, ése que tan poco gusta en Carnaval. Otra cosa sería que lloviera tinto con casera, pero agua, ¿quién quiere agua? Sobre las once menos cuarto de la noche, entre falseta y falseta, comenzó a caer la más grande, bueno no, la más grande cayó el jueves, pero vamos, la prima hermana, y los valientes que se desahogaban encima de las bateas tuvieron que sacar primero plásticos, impermeables y lonas para poco después claudicar y buscar refugio. Fue sólo un ratito, pero lo justo para aguar algunos ánimos. Luego volvió la fiesta, porque los tangos suenan diferentes encerrados en el barrio más carnavalero. La cercanía de las paredes viñeras los dota de más potencia, de más claridad, pese a que ya son muchos días de fiesta. Este año, la lluvia ha provocado suspensiones a tutiplén, lo que ha perjudicado el jolgorio y beneficiado las gargantas de los coristas, que se percibían ayer más frescas que otros viernes de carrusel en la Viña.

Teniendo en cuenta que las previsiones meteorológicas para mañana domingo no son nada halagüeñas, la Viña presentaba un gran aspecto desde muy temprano. Las carrozas de los coros esperaban a sus inquilinos en sus enclaves de Pericón de Cádiz y la calle de la Rosa, donde, como casi siempre, empezaron antes a cantar.

El coro de la Salle Viña 'El duende del Corralón', que este año ha causado una gran impresión en el teatro, fue uno de los que más personas congregó a su alrededor, regalando buenas tandas de tangos y cuplés al respetable en una noche que, al menos al cierre de este edición, no amenazaba lluvia y donde la temperatura había subido unos grados con respecto a la tarde.

Eso sí, cuando la lluvia se dejó caer, los coristas viñeros intentaron protegerse de ella bajo un enorme plástico. Aunque cuando empezaron a notar el peso de los granizos, desistieron y abandonaron el plástico e incluso la batea.

Fue pasadas las once de la noche cuando el carrusel viñero volvió a renacer de entre la lluvia. Una marea humana sedienta de tangos inundó las calles del barrio.

Y entre tango y tango, unos cuplesitos ilegales, pues fueron muchas las agrupaciones callejeras que se dejaron ver y escuchar por los alrededores de La Viña.

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