DOÑA CUARESMA

Desde Villaluenga

HE vivido un lunes extraordinario. Ojalá todo el año fuera lunes de Carnaval. Naturalmente que me he ido de Cádiz, porque en Cádiz no caben más tontos: 350.000 hubo el sábado en ese macrobotellón que llaman Sábado de Carnaval y que es el mejor reclamo para llenar las casas rurales de la Sierra de gente que huye de esas 95 toneladas de basura, y esos miles de arrobas de orines, porque tratándose de animales hay que emplear la arroba como medida.

En Villaluenga fui a la panadería y me compre una boba de a kilo. Sin colas. El Carnaval de Cádiz consiste en tontos haciendo cola: para comprar las entradas del Falla; para comprar las sillas de la cabalgata; para mear en un retrete portátil; para que un peñista con las uñas negras te de algo de comer gratis; para tomarte gratis un vaso chico de cerveza para poder tragarte lo que te ha dado el peñista gratis...

Luego compré un queso payoyo y vino de Arcos y, ante la crepitante chimenea, me regalé los sentidos, que se acerca el ayuno y el Miércoles de Ceniza. Puse Onda Cádiz para ver la cabalgata. Me quedé horrorizada: no sabía que era peor, si la cabalgata o los presentadores, que patéticamente decían al telespectador que aquel desfile de tontos haciéndose el gracioso era una maravilla.

No pienso volver a Cádiz.

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