UNA vez más, como prácticamente los últimos diez años, vuelve a surgir el debate sobre si la fase preliminar necesita modificaciones basadas en la escasa calidad de alguna de las agrupaciones que se presentan al Concurso. Una vez más, se desata la indignación en un grupo de aficionados que ven como una falta de respeto intolerable el nivel de algunos repertorios que van pasando por el escenario del Falla.

Sinceramente, creo que empieza a ser cansino el debate, y con todo el respeto que merecen los que así opinan, yo no veo ninguna falta de respeto en la mayoría de los casos de los que hablan. Suelen ser agrupaciones de fuera de nuestra ciudad que si algo hacen es respetarnos y, que aunque no lleguen a estar afortunados a la hora de montar sus repertorios, ni están bien asesorados por quienes les rodean, no vienen con la intención de reventar ni desprestigiar nuestra fiesta grande.

Muchos se quejan de la extensión del Concurso y proponen distintas fórmulas para que este se acorte, algo que se hace sin pensar realmente en si es beneficioso o no para todos. Por un lado, no sería bueno para los medios de comunicación, en los cuales trabaja bastante gente durante el Concurso, trabajadores que lo harían igualmente si fuera más corto, pero viendo reducido el nivel de sus ingresos con toda seguridad, además de reducirse el nivel de beneficios para todas estas empresas periodísticas, públicas o privadas.

El mismo caso se da en los trabajadores del teatro, desde la tramoya, regidores, seguridad, hasta el mismo presentador de sala. El sector hostelero se vería perjudicado, son muchos los restaurantes, hoteles y hostales que aumentan su nivel de ingresos durante el mes de Concurso. Incluso, a nivel cultural, muchas de las personas que aprovechan para asistir a una de las sesiones, visitan las principales zonas y monumentos de nuestra ciudad.

Por todo esto, no puedo dejar de ver opiniones egoístas y sectarias cada vez que se habla de la excesiva duración de un Concurso que no hace más que beneficiar una ciudad que necesita de eventos como este. El Carnaval, en su visión más comercial, es una industria aún por explotar, y que no se ve perjudicada por su difusión.

Tener que ver, oir o, a veces soportar repertorios de algunas agrupaciones que no alcanzan un nivel mínimo no es más que un mal menor, daños colaterales perfectamente asumibles y que podrían ir superándose si estos que no ofrecen mejoría con el paso de los años consiguen la suficiente vergüenza y sapiencia carnavalesca para entender que el Concurso no es lo suyo. Pero, si no se da el caso, pueden, y deben seguir viniendo a un Concurso abierto a todos, como no podía ser de otra forma en la ciudad de la libertad.