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Cádiz

El regalo cuaresmal de la UCA

  • Concierto de la Coral de la UCA con estrenos que rubricaron el éxito de un proyecto nuevo

Era el día de los nervios propios de los grandes estrenos de la Coral de la UCA tras la acertada decisión de formar una orquesta propia y estrenando mundialmente una obra. La expectación y la incertidumbre y nervios estaban presentes -no se puede negar- en el hall del teatro y los pasillos.. Por una parte, todos éramos conscientes que podía ser una gran oportunidad de dar el salto calidad orquestal que tanto necesitaba la Coral de la UCA para seguir progresando. Por otra parte, a esa responsabilidad de la puesta de largo de un conjunto (coro y orquesta) con idea de futuro había que añadir el estreno de la obra de Juan Pablo Otero. Pues bien, la jornada se solventó con éxito y con la agradable sensación de haber asistido a un concierto de los que no se olvidan.

La primera obra del programa fue el estreno mundial de “Clamavit Iesu”, del gaditano Juan Pablo Otero. Una obra programática sobre la Pasión de Jesús que era apta para todos los públicos de la música clásica. Con las dosis exactas de herencia musical y nuevas formas expresivas. Una obra contemporánea que está perfectamente incardinada en el tema y en los grandes compositores de la música clásica religiosa.  La acertadísima interpretación por la orquesta de la UCA, dirigida por Juan Manuel Pérez Madueño y el liderazgo de Lara Sansón, nos ofreció la satisfacción de asistir a un momento verdaderamente mágico de música hecha en Cádiz y por gaditanos sin ningún complejo para competir con otras grandes formaciones y compositores. Tras esta obra, aplaudida con verdadera satisfacción y agrado por todo el teatro, se produjo la catarsis de soltar los nervios y saber que el proyecto de la UCA (respaldado por un rector que ha sabido entender y apoyar el deseado salto de calidad que pedía la Coral desde hace años) es una realidad con mucho futuro halagüeño por delante.

En segundo lugar, se desarrollaría el concierto para piano en LAm, op.16, de Grieg con el solista, también gaditano, José Alberto Sancho. Si el público ya estaba más que complacido con el estreno de la obra de Otero, la interpretación del joven pianista Sancho emocionó hasta lo más profundo por su virtuosismo enfundado en calidez y sencillez en sus gestos. Intuimos que Sancho se encontraba en un momento de disfrute propio con la orquesta y el teatro que le escuchaba con el silencio reverencial y admirado de ver a otro pianista excepcional que sale de esta ciudad para seguir la estela de los grandes. Si no fue poco el disfrute de la obra, regaló una propina que confirmó que su técnica y sensibilidad de la pieza interpretada no había sido mera casualidad: volvió a sonar con la misma calidad excepcional. Así nos confirmaba nuevamente que en Cádiz hay mucho más talento y oficio en la música clásica de lo que muchas veces pensamos y que es algo que debería contar con mayor patrocinio para no ver la “fuga de talento” hacia otros lugares por no darles las oportunidades necesarias y una estabilidad profesional que compense tanto trabajo y dedicación. Porque sigue siendo incomprensible que Cádiz siga sin contar con un Conservatorio Superior a diferencia de otras capitales andaluzas con menos población y con bastante menos rentabilidad de producir músicos excelentes. Y por no hablar de una orquesta de música clásica permanente.

Por último, lleagría el momento del Réquiem de Michael Haydn en Dom, MH 155.  Una obra para orquesta, coro y solistas que culminaba una noche que iba in crescendo de intensidad y emoción. A diferencia de otras ocasiones, esta vez la simbiosis de coral y orquesta y solistas fue un salto de calidad hacia delante. Lo cual demuestra que reunir a los mejores mimbres, siempre mejora el resultado final. Como siempre, la brillante eficacia y calidad de Lucía Millán y de María Orgueta, ofreciendo su talento, calidad y elegancia en todos los aspectos. De Francisco Arbós, solo cabe verlo aquí con mayor asiduidad porque nos deleitó con su interpretación excelente. Respeto al bajo Damian Whiteley, cumplió el papel comprometido del estreno en la obra de Otero y su parte en el Réquiem.

Mención aparte merecen las proyecciones que se ofrecieron como escenografía del concierto. Hay una máxima en el teatro y es que la escenografía debe ayudar a realzar la interpretación y no despistar al público o provocar perplejidad gratuita si la obra no es lo que requiere en el pensamiento del compositor o del autor. En esta ocasión, fue desacertada e inconexa con lo que se estaba desarrollando en el escenario. Y no es la primera vez. Pero esta observación no puede empañar lo que fue una noche inolvidable de estrenos y de marcado talento gaditano. Apostar por lo propio siempre es un doble acierto cuando se atesora tanto talento musical en esta provincia. Verdaderamente, la Universidad de Cádiz ha acertado con este proyecto de tener coral y orquesta propia. Y el público que llenó el teatro lo supo apreciar y disfrutar.

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