Crisis Parados gaditanos relatan su situación

El desempleo

El año 2009 ha sido el de la pérdida de puestos de trabajo. La 'tendencia' a la baja de la empleabilidad empezó en 2008 de manos de la omnipresente crisis, pero será el año que acaba de irse el que pase a la historia por hacer de los vocablos paro, despido y ERE los que más se repitieron en las televisiones, los periódicos y la calle. Cada mes, cada semana, cada día, más y más personas engrosaron las listas del desempleo hasta hacer normales, habituales, esas palabras. Tanto, que se olvida que las cifras no son sólo eso, sino nombres, personas, historias y angustias.

Cádiz sabe mucho de eso. Lo sabe la capital y lo sabe su provincia. El paro la ha castigado especialmente. Y es que este problema, al final, siempre golpea más fuerte al que ya estaba mal. Y no sólo a la gaditanía en general por ser la que tradicionalmente más parados ha tenido, sino a los colectivos más sufridos. Para las mujeres ha sido peor, lo ha sido igualmente para los jóvenes y, también, para los que estaban empleados antes de forma precaria.

Para vislumbrar una parte de esa situación que afecta a centenares de gaditanos pueden servir de ejemplo las declaraciones de un puñado de los que se han llevado la peor parte. Cada uno vive una realidad distinta, pero todos tienen en común la carencia de trabajo y la desesperanza creciente.

Y es que, aunque algunos recurren a la consabida frase de "la esperanza es lo último que se pierde", la mayoría no le ve fin al problema y están convencidos de que la cosa aún puede ser peor. No confían en los augurios políticos que hablan de una recuperación y reclaman que alguien empiece a poner soluciones a una situación que aseguran que ya está llegando a unos extremos muy preocupantes.

Mujer y joven. Secretaria, dependiente y durante el último año y medio camarera en una cafetería. Con 27 años, dejó el pasado mes de julio su trabajo para prepararse a conciencia unas oposiciones de Policía Nacional y pensando que en la hostelería siempre podría encontrar trabajo. De hecho, lo habló con su jefe y este le dio esperanzas de poder reincorporarse: "en la cafetería estábamos muy bien , iba bien y había seis personas, ahora se han quedado con tres y no pueden contratar a nadie más". No logró el resultado deseado en las oposiciones y quiso volver, pero ya no puede contar con ese trabajo y tampoco encuentra en ningún otro lado. Su suerte, explica siendo optimista, es que tiene un buen paro y no tiene que pagar una hipoteca. Tamara Osorio vive con su novio y él sí tiene ocupación, así que aún puede darse un tiempo de relativa tranquilidad para seguir buscando.

No es el caso de María Alfaro. Mujer y madre divorciada. Con 34 años y dos niñas de siete y cinco años, una de ellas con una enfermedad pulmonar, la urgencia de encontrar una solución al desempleo la lleva a no poder contener las lágrimas cuando lo cuenta y cuando reconoce que tiene que recurrir a la caridad para poder dar de comer a sus hijas. Ha hecho de todo: barrendera en Madrid, cajera, dependienta, camarera, camarera de piso en hoteles, limpieza de casas e incluso albañilería. Antes lo tenía difícil, pero ahora es imposible para ella. Está parada desde diciembre de 2007 (su último contrato era de tres horas al día). Antes no podía trabajar porque tenía que atender a su hija y ahora no encuentra.

Su caso es prueba de las barreras reales que tiene que seguir saltando una mujer, si encima tiene hijos y poca formación. Asegura que "en cuanto digo que tengo hijas me dicen que no es el perfil que buscan, que necesitan una persona sin carga familiar; siempre dan excusas".

Óscar Goma tiene 30 años y lleva cuatro meses parado. Estaba empleado como carpintero metálico los últimos cuatro años y estaba fijo en su empresa: "con la crisis empezó a llegar cada vez menos trabajo". Y así las cosas se ha visto en la calle en un momento en el que a pesar de que "busco cualquier cosa, lo que sea, no hay absolutamente nada". Mientras, subsiste con su limitado paro y haciendo algunas chapuzas, reconoce. Seguirá buscando pero no ve el horizonte despejado: "no vamos a salir tan pronto como dicen los políticos".

14 años trabajando los campos de España dando tumbos por sus esquinas y otros cuantos de emigrante poniendo su sudor en lo que salía, sólo le han dejado, a sus 43, pidiendo trabajo sin encontrar más que algunas horas de camarero en las fiestas. Tampoco le han reportado subsidio y él y su familia subsisten con las escasas ayudas que reciben su madre y su hermano, ambos enfermos y discapacitados por ello. "La cosa no se acaba, sólo hay que ver que cada vez hay más locales cerrados en Cádiz; no hay nada y me dicen que pruebe en Carnaval", declara Juan José Goma.

Almudena Ortega tiene 28 años y está parada. El que es su marido desde el pasado mes de abril, Manuel Muñoz, de 42, también. Relata ella que Manuel "lleva trabajando desde pequeño y nunca le ha faltado trabajo. Se dedicaba a la albañilería por cuenta propia y a partir de 2007 empezó a decaer la cosa". Está preocupada por él porque lo pasó especialmente mal durante 2008, señala que "estaba muy deprimido". Después, afortunadamente, empezó a trabajar en un restaurante de la capital para el que ha hecho todo tipo de trabajos. El problema es que son cosas pequeñas y la última vez que trabajó fue en octubre.

Ella, que daba clases particulares en una academia, no trabaja desde 2008 y no tiene paro porque no cotizaba. Explica que "ahora las clases de apoyo son un lujo, con la crisis la gente prefiere que el niño repita si tiene que repetir". Concluye Almudena diciendo angustiada que "no le vemos final".

Durante casi 15 años estuvo Pedro Pérez trabajando en las empresas auxiliares del sector naval, haciendo tanto reparación como construcción y tanto fuera como dentro de la provincia de Cádiz. Ahora lleva cinco años sin trabajo y su situación se ha complicado aún más pues justo a la vez que perdió el empleo se tuvo que poner una prótesis de cadera y tiene una minusvalía del 67%. Ya no puede hacer trabajos que requieran un importante esfuerzo físico así que lo que necesita, explica, "es algo como conserje o portero". Para subsistir, a la exigua paga que recibe por su invalidez, suma "algunas chapuzas de pintura, en interior, y a mi ritmo porque otra cosa no puedo hacer".

Pedro es además el presidente de la asociación vecinal del barrio del Pópulo. Como tal está acostumbrado a tratar con los problemas del vecindario, que en los últimos tiempos se han multiplicado. Asegura al respecto que "la situación cada vez es peor, cada vez se agrava más; viene más gente a pedir ayuda". Añade que "las necesidades son ahora las más básicas: alimentos, vivienda, luz y agua; hay mucha gente que no tiene para pagar ni para comer".

En los cinco años que lleva en la asociación ha estado implicado, afirma, "en la defensa de los derechos básicos", entre ellos, claro está, el trabajo. Por eso aprovecha la ocasión para reclamar empleo para el gaditano. Critica los planes anticrisis ya sean estatales o municipales, porque asegura que "el trabajo se lo lleva gente de fuera y debería ser para dar empleo al de aquí".

Ejemplos que ponen de relevancia que, como ellos mismos relatan, la situación es cada vez más preocupante. Lo que todos esperan es que la crisis finalice cuanto antes y, sobre todo, que en este recién iniciado 2010 dejen de destruirse empleos.

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